Si hay algo que nunca debería ocurrir en un destino turístico, y menos en uno que intenta levantarse de una tragedia, es precisamente lo que está pasando en Acapulco.
La narrativa oficial presume rehabilitaciones, concreto hidráulico y ladrillos y azulejos nuevos; sin embargo, la realidad decidió hacer acto de presencia en forma de venado. Uno asustado, desorientado, corriendo entre los restaurantes de la Condesa como si fuera un animal corriendo despavorido por su vida.
Las noticias y las imágenes circularon rápido. Comensales sorprendidos, trabajadores desconcertados y un pobre animal que, en vez de estar en un área verde protegida, terminó huyendo de un sitio que, se supone, era su resguardo natural. En pleno diciembre, cuando Acapulco debería estar mostrando su mejor rostro al turismo, lo que está mostrando fue exactamente lo contrario: el lado abandonado que Fonatur no enseña en las mañaneras.

Rocha Cantú en París
Porque sí, mientras el director del Fondo Nacional de Turismo, Sebastián Ramírez Mendoza, aparecía muy orgulloso vía remota anunciando la “movilidad segura” y la “renovación urbana” de la Costera Miguel Alemán, lo que se escribía al margen de los reflectores era un Club de Golf en condiciones deplorables, seco, café, irreconocible… y con venados buscando su propia supervivencia fuera de los límites que deberían protegerlos.
Lo que antes era un campo verde digno de presumirse en folletos para atraer turismo, hoy parece una escena del viejo Oeste. Cinco meses bastaron para convertir un atractivo del puerto en un recordatorio de lo que no se está atendiendo. Y eso no es opinión, ahí están las imágenes. Imágenes que muestran más que cualquier comunicado oficial.
Porque el comunicado de Fonatur llegó, sí, pero llegó tratando de ocultar lo que no se puede negar. Afirmaron que era “falso” que otro venado hubiera escapado del Club de Golf. Pero los testimonios, las fotos y los reportes vecinales cuentan lo contrario, porque ya son tres escapes en quince días, animales infestados de garrapatas y un total abandono del área que debería estar bajo su resguardo.
Algunos medios locales lo replicaron, y los ciudadanos lo confirmaron: “Los venados se están escapando otra vez”, “hay plaga de garrapatas” ,“los intereses de unos cuantos siguen pesando más”.
Y en eso, Fonatur guarda silencio. Un silencio que huele a descuido, negligencia y complicidad.
Mientras tanto, el discurso oficial sigue mostrando sólo lo bonito, las guarniciones nuevas, las banquetas, los bolardos, la iluminación renovada. Cosas que se ven, cosas que lucen bien en una toma aérea, cosas que se presumen fácilmente cuando lo urgente es reconstruir la imagen pública del puerto. Pero hay un principio que no cambia y en esto no es la excepción: siempre que el poder ilumina un punto con reflectores, vale la pena mirar la zona que dejó a oscuras.
Y en este caso, la sombra está en el Club de Golf, en sus campos secos, en los venados desprotegidos, en lo que nadie del Gobierno federal quiso mencionar durante la cortina mediática de la Costera rehabilitada.
Acapulco, el Acapulco real, el de la gente y la fauna y el territorio golpeado, no necesita montajes. Necesita cuidado. Necesita responsabilidad. Necesita que Fonatur responda, y que responda bien, no con frases vacías.
Reenviado.
Un venado en la zona de la Condesa es más que un accidente, es un recordatorio vivo de que hay una parte del puerto que no está siendo atendida.
Y ése, ése es el punto que hoy no se puede ocultar.
