Pablo Amílcar Sandoval: la elección inevitable

COLUMNA INVITADA

Alejandro Roa
Alejandro Roa
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Dicen que los estadistas se distinguen no por su capacidad de ejercer el Gobierno, sino de construir un legado para el largo plazo. Por eso, el Presidente Andrés Manuel López Obrador —desde hace muchos años— no sólo ha ido construyendo un movimiento, sino también ha ido formando liderazgos. Hay varios casos, como el de Marcelo Ebrard o Martí Batres, quienes desde hace mucho tiempo acompañan al Presidente, o visiblemente ante la coyuntura electoral, el caso de Pablo Amílcar Sandoval.

La participación de Pablo, el exdelegado de los Programas para el Desarrollo en Guerrero, y quien proviene de una familia de grandes luchadores sociales, mujeres y hombres destacados, ha cambiado el equilibrio político en su estado. La posibilidad de que Pablo participe en el próximo proceso electoral no sólo ha tocado intereses profundos, sino que además ha puesto sobre la mesa una variable que tiene a todos sus adversarios temblando: de todos los aspirantes, en todos los estados que se disputarán en la elección, no hay un personaje joven, que represente tan de cerca y tan fielmente la continuidad del proyecto de la 4T. El Presidente, por su parte, ha cuidado como nadie la formación política de Pablo a través de los años.

Los resultados que hoy apuntalan a Pablo como el candidato natural de Morena en Guerrero no han sido menores. Su participación en la vida política data desde finales de los años noventa en el Comité Ejecutivo Nacional del PRD. Más adelante, Pablo seguiría trabajando con su mentor en la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, en su consejo de asesores. También defendería el voto en Guerrero en las dos primeras candidaturas a la Presidencia de Andrés Manuel en 2006 y 2012.

Posteriormente, en 2015 Pablo se enfrentó a uno de los retos de los que muchos rehuyeron: participar como candidato de Morena en Guerrero, un estado convulsionado por la violencia y sumamente herido por la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa. Una vez más, entregó resultados, afianzando el registro de su partido en Guerrero. El trabajo de Pablo no terminó ahí, sino que, pasada la elección de gobernador, el hoy Presidente de la República lo nombró presidente de Morena en la entidad. Su trabajo —una vez más— se reflejó en resultados concretos: la segunda votación más alta a nivel nacional para Morena, tan sólo después de Tabasco, el estado natal del Presidente.

Recientemente, Pablo renunció al cargo de delegado de los programas para el desarrollo con la finalidad de recorrer el estado, logrando una cifra inédita de 26 mil millones de pesos entregados a Guerrero durante su gestión. Por eso, naturalmente hoy, la militancia morenista lo ve como su candidato ideal, como aquel fiel y leal discípulo del Presidente que consolidará la Cuarta Transformación en Guerrero.