Antonio Michel Guardiola

AMLO da el avión

ARISTAS

Antonio Michel Guardiola*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. 
Antonio Michel Guardiola
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
 
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E l Presidente López Obrador es un hombre de símbolos. Finalmente vendió el avión presidencial, como prometió desde su campaña presidencial y el inicio de su Gobierno, pero a un costo muy alto. No se trata de los 1,658 millones de pesos que pagará el gobierno de Tayikistán —conocido por recibir ingresos del narcotráfico—, sino de las repercusiones que tiene para el país y el simbolismo que pesará a la ciudadanía.

En primer lugar, no fue un gran negocio como señala el Presidente. La oferta original que rechazó AMLO, hace unos años, fue por 130 millones de dólares (mdd), por lo que no hace sentido por qué aceptó el precio de 92 mdd.

Originalmente, la venta del avión tenía la intención de ahorrar ese gasto “innecesario” y redistribuirlo para el bienestar de los mexicanos. Sin embargo, hay otros costos sobrados en los que ha incurrido el Gobierno. Como ejemplo semántico, la terminal de Santa Lucía recibió 1,629 millones de pesos en sus primeros 12 meses de operación, casi el monto completo de la compra del avión presidencial. Si era tan importante recuperar esa cifra, podría haber ahorros en otras partes.

El segundo punto relevante es que el comprador es Emomali Rahkmon, el dictador que ha gobernado ese país exsoviético por casi tres décadas (desde 1994). Una de sus principales fuentes de ingresos es el narcotráfico. Es una importante región entre las rutas de producción de Afganistán y Rusia. Esto contraviene lo expuesto en la Ley de Prevención de Lavado de Dinero, por lo que, en respeto al Estado de derecho, el dinero no podría ingresar al país.

La otra promesa del Presidente López Obrador, sobre redirigir el dinero de la venta al Instituto para Devolver al Pueblo lo robado, es poco viable si ni siquiera es posible ingresar el capital. Los intentos de deshacerse del avión presidencial y ganar popularidad con el uso de ese dinero se han visto frustrados no sólo por las rifas sin sustento, sino porque el Gobierno carece de la planeación y la ejecución adecuadas.

Cabe destacar que el anuncio se dio en la misma semana en que el Presidente recibió un revés por parte de los ministros de la Suprema Corte de Justicia, en torno a la decisión de no permitir la transición de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, lo cual da razones para eclipsar lo negativo con medallas discursivas.

El problema de construir un Gobierno sobre símbolos es que los logros quedan también en el imaginario colectivo porque son signos que evocan una relación abstracta con algo real. De nada sirve que México sea maravilloso en el mundo abstracto, si la distancia con la realidad que vivimos se amplía con cada meta inconclusa. Utilizando la expresión coloquial, López Obrador nos “da el avión”, haciéndonos creer promesas tan altas que permanecen en las nubes. Quizá serían asequibles, si tan sólo tuviéramos un avión para aterrizarlas.