Arturo Damm Arnal

Libre comercio (3/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En el anterior Pesos y Contrapesos expliqué que el libre comercio se da cuando los consumidores, comprando o dejando de comprar, determinan, sin intervención del gobierno, qué y cuánto se importa, y que el proteccionismo se da cuando el gobierno determina la composición y el monto de las importaciones, con el fin de proteger a los productores nacionales de la competencia, algo éticamente injusto y económicamente ineficaz.

El proteccionismo es éticamente injusto porque viola el derecho a la libertad para comprar lo que nos dé la gana, producto nacional o extranjero; a quien nos dé la gana, oferente nacional o extranjero; en donde nos dé la gana, en nuestro país o en el extranjero, conductas que no violan derechos, razón por la cual no deben limitarse, condicionarse o prohibirse.

El proteccionismo es económicamente ineficaz porque, al prohibir o limitar las importaciones, impide una mayor oferta de bienes, en las mejores condiciones de precio, calidad de servicio, incrementando la escasez y reduciendo el bienestar. Además elimina o limita la competencia que las importaciones traen consigo, reduciendo la competitividad de las empresas nacionales, que es su capacidad para ofrecer a menor precio y/o con mayor calidad y/o con mejor servicio en beneficio de los consumidores.

¿Cómo evitar el proteccionismo? Para evitar el proteccionismo en las constituciones políticas debería haber un par de artículos que establezcan lo siguiente: (i) “A nadie se le prohibirá, limitará o condicionará, por ningún motivo y en ninguna medida, el derecho a establecer relaciones comerciales con quien más le convenga, nacional o extranjero”; (ii) “El gobierno se abstendrá de imponer cualquier tipo de medida que prohíba, limite o condicione las relaciones comerciales de los nacionales con los extranjeros”. Lo anterior implica reconocer plenamente, definir puntualmente y garantizar jurídicamente el derecho a la libertad individual para comerciar como a cada quien más le convenga, algo que en México no sucede.

Leemos, en el artículo 131 constitucional, que “el Ejecutivo podrá ser facultado por el Congreso de la Unión (…) para restringir y para prohibir las importaciones, las exportaciones y el tránsito de productos, artículos y efectos, cuando lo estime urgente, a fin de regular el comercio exterior, la economía del país, la estabilidad de la producción nacional, o de realizar cualquiera otro propósito, en beneficio del país”. En México, el poco libre comercio que tenemos, puede ser eliminado por cualquier propósito (ojo: cualquier), que se le ocurra

al Poder Ejecutivo.

Supongamos que tuviéramos, para todas las importaciones, libre comercio. Que en todos los casos fuéramos los consumidores, comprando o dejando de comprar, quienes determináramos, sin ninguna medida proteccionista impuesta por el gobierno, qué y cuánto se importa. Si fuera el caso, que no lo es, dado el artículo 131 constitucional el libre comercio no estaría ni total ni definitivamente garantizado, porque en cualquier momento, previa autorización del Congreso, el Ejecutivo podría imponer, ¡por cualquier propósito!,

medidas proteccionistas.

En México el proteccionismo, éticamente injusto y económicamente ineficaz, es una amenaza real.

Continuará.