Arturo Vieyra

El dilema de los precios de la gasolina

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Un dilema de política económica se genera cuando los instrumentos de que dispone un gobierno son menores o insuficientes para cumplir objetivos específicos.

Tal es el caso de la política de precios de los energéticos, particularmente del diésel y la gasolina. Con el desbordamiento del precio internacional del petróleo, los precios de los hidrocarburos se han disparado de manera espectacular, frente a esta situación el gobierno tenía dos opciones: (1) alinear el precio con las tendencias internacionales y, en consecuencia, aprovechar los excedentes petroleros en gasto que bien podría ser de inversión; o bien; (2) como ha sido la decisión oficial, subsidiar el precio a los consumidores asumiendo un costo fiscal importante.

Muchas han sido las críticas a la decisión tomada por la autoridad en el sentido de que el subsidio implica un uso ineficiente de los recursos petroleros extraordinarios. Sin embargo, una evaluación sobre el costo/beneficio de la medida gubernamental tiene que evaluarse a la luz de diversas aristas de orden macro y microeconómico que matizan la crítica basada sólo en el costo de oportunidad de aprovechar los excedentes petroleros en otros usos distintos al subsidio.

El beneficio principal de la contención de los precios de la gasolina radica en un importante anclaje de la escalada de precios en México. Para tener una idea de cuánto se ha contenido el precio de la gasolina en México puede considerarse que al mes de junio el incremento anual del precio en la gasolina regular en Estados Unidos ha sido de 61% versus el incremento en México de 7.3%.

Si se hubiera querido equiparar la dinámica de precios en ambos países en el último año, se puede estimar que, de no existir el subsidio, el impacto sobre la inflación por el efecto directo del mayor precio a las gasolinas sería de 3 puntos porcentuales (pp), y a esto habría que añadir los efectos indirectos, como los relacionados con mayores costos de transporte y de precios de alimentos en aproximadamente 2 pp sobre la inflación general. En ese sentido, de acuerdo con estimaciones propias, el subsidio a los precios de los energéticos ha contenido la inflación en aproximadamente 5pp durante los últimos doce meses, estaríamos hablando de una inflación general de al menos 13% y no del 8% actual.

Como beneficios adicionales, pero no menos importantes, hay que considerar que se han evitado un mayor deterioro de los salarios reales y del consumo, una política monetaria más restrictiva y, por lo tanto, un mayor freno a la economía hacia adelante.

Por el lado fiscal se manifiestan los altos costos de la medida. Es evidente el alto costo del subsidio a las gasolinas que con cifras oficiales y propias podría ascender en este año a los 500 mil millones de pesos; no obstante, los ingresos excedentes derivados del mayor precio del crudo mexicano serán equivalentes al subsidio a los energéticos, lo que no pone en riesgo al menos en este año, el objetivo fiscal del Gobierno federal.

En este sentido, el dilema entre subir el precio de la gasolina y el diésel acorde con la tendencia internacional o de mantener el subsidio resulta polémico y ambas posturas son válidas, pero considero que, frente a la coyuntura actual, donde no es clara todavía la eficiencia de las medidas contra la inflación, los beneficios sociales y macroeconómicos apuntan en favor de asumir el costo del subsidio.