Bernardo Bolaños

Corea del Centro y el discurso de odio

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Qué bien que quieras salvar a México de la corrupción, del populismo o de lo que sea, pero romper con tu amigo de infancia o con tu tía paterna es una tontería.

A Emilio y a mí no nos carcomió el discurso de odio por la sencilla razón de que era más fuerte el cariño. Mi hermano fue locutor de radio, servidor público, aficionado a la historia, filatelista y un entusiasta seguidor de AMLO. Falleció el lunes pasado.

En nuestros intercambios personales, no evadíamos polémicas (la corrupción, las vacunas, la 4T), pero agregábamos frases atemperantes (“respeto tu punto de vista”) o usábamos la técnica de tratar de argumentar desde los zapatos del otro. No éramos dos gladiadores buscando la aprobación del circo romano. Cuando nos calentábamos, en vez de insultarnos suspendíamos la plática unos días.

Emilio desconfiaba de los expertos fifís, porque muchas opiniones técnicas de éstos le parecían pretextos para conservar sus privilegios. Yo suelo confiar en especialistas, incluso influyentes y politizados, porque la verdad puede serlo a pesar de intereses que la rodeen.

El teclado y el Internet desde donde Emilio escribía no eran tan nuevos y rápidos como los de sus contradictores. Y él, obvio, no olvidaba fácilmente ese detalle.

Quienes no han roto con familiares y amigos del “bando opuesto” ¿en nombre de qué deberían proceder a romper? Hay algo de totalitarismo en creer que la esfera de la política debe engullir así a la esfera familiar. Que cada quien salve a México como crea, en las urnas y en su día a día, pero no destruyendo relaciones personales. Además, es absurdo taparnos uno de los dos oídos que tenemos.

Está de moda en las redes sociales atacar a los “coreanos del centro”. Obvio no existe Corea del Centro, por eso se asocia con dicho país imposible a las posiciones moderadas o eclécticas. “Bravo Regidor es coreano del centro”. “Volpi es coreano del centro”. Etcétera. Un Katu Arkonada tuitea así: “Gramsci odiaba a los indiferentes. Yo odio a toda la progresía (neo)liberal. Especialmente a la de Corea del Centro”.

Lo curioso es que los radicales anti y pro 4T ¡coinciden!, están de acuerdo en hostigar a los “coreanos del centro” y en “salvar a México” sacrificando largas historias de amistad y familia.

Nadie se siente feliz preguntándose: “¿Soy un traidor a la Patria por rechazar la Reforma Eléctrica o un traidor a la Madre Tierra por no apoyarla?”. Si dejamos de lado por un momento el discurso de odio, es obvio que detrás de las posiciones hacia la extinta Reforma Eléctrica había ideologías, no dos planes para entregar el país a oscuros intereses. Había incluso una Corea del Centro, pero alcanzarla suponía negociar.

No estoy en condiciones de dar lecciones generales de tolerancia. He disfrutado mandar al diablo a algún descerebrado cuando me repite, por décima vez, “¿y tú dónde estabas cuando...?”. Pero ahora que mi hermano se ha ido, atesoro el cariño implícito en sus mensajes, sin que su gran corazón destruyera nunca sus firmes convicciones políticas.