Bernardo Bolaños

Joe Biden y Centroamérica

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños
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Hay muchos tipos de migrantes centroamericanos, a pesar de lo que digan las generalizaciones mal o bienintencionadas. En el Soconusco, jornaleros agrícolas que cultivaban café, donde ahora, por el cambio climático, se dará el plátano. En la Ciudad de México, esmerados trabajadores guatemaltecos de la construcción, del pueblo Chuj. En los albergues de migrantes, adolescentes que huyen de las pandillas y madres que escaparon a la violencia doméstica. Algunas veces, bajo los semáforos, están los migrantes que dicen haber llegado ayer. Tal vez no sea cierto, ya viven en nuestro país. Con papeles o sin papeles, ya son parte de nuestra sociedad.

¿Por qué era tanto su deseo de migrar? Por ejemplo, la FAO titula así un boletín de prensa del 25 de abril del 2019: “Eventos climáticos adversos en el Corredor Seco Centroamericano dejan a 1.4 millones de personas necesitadas de recibir ayuda alimentaria urgente”. Y es que en las regiones rurales de la costa Pacífico, golpeada por el fenómeno El Niño, aproximadamente 82% de las familias han debido vender sus herramientas agrícolas y animales para comprar alimentos.

Muy pronto Trump será derrotado y nos quitará el pretexto para ser xenófobos. Tendremos que enfrentarnos con nuestra conciencia. No es que Biden vaya a proclamar fronteras abiertas y que AMLO lo acatará. Pero los centroamericanos están pendientes de la política estadounidense, tienen expectativas que los hacen moverse. Todos las tenemos. Ya no podremos pensar en la supuesta “crisis” de los migrantes centroamericanos. ¿Cuál crisis? Las crisis son pasajeras y ésta es una nueva realidad. Bienvenida una política migratoria más humana.

Y no se trata de negar que existan problemas. A los ecologistas nos preocupa la deforestación asociada con nuevos asentamientos humanos. Algunos obreros temen la competencia, a corto plazo, por los empleos. A algunos habitantes de la frontera sur les angustia la inseguridad asociada con casos aislados de delitos cometidos por centroamericanos.

María Dolores París Pombo cita a una migrante hondureña: “Tenía una vida normal en Frontera Comalapa. Llegó mi hija cuando matan a su esposo y llega con mi nieta, que es la única testigo, huyendo igual. Ahí nosotros pedimos un refugio, pedimos asilo, nos salió nuestra residencia permanente, pero ahora el viernes, ahora hace ocho días, cuando nos encontramos... mi nieta nos enseñó a las personas que mataron a su papá, y ya tuvimos que salir, ya el sábado tuvimos que salir. El sábado huimos de mi casa”.

Pero los que protestan citando a una minoría de migrantes vinculados a delitos deben pensarlo dos veces: los que no tienen nada y son tratados como desechables y estigmatizados, forman más fácilmente el ejército de reserva de los grupos criminales. Y los mexicanos no tenemos cara para actuar como Trump, somos un país migrante. Debe terminar la contradicción de indignarnos por la desaparición de los 43 en Iguala, pero ignorar las masacres de migrantes centroamericanos. Con Biden, los centroamericanos volverán a ser visibles y será inútil mirar para otro lado.