La Celac y los años del naufragio

BAJO SOSPECHA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) es una instancia que se creó tratando de poner distancia con Estados Unidos y la Organización de los Estados Americanos (OEA) en los años de apogeo de Hugo Chávez, cuando el dinero del petróleo le alcanzaba para mantener varios gobiernos y personajes públicos, entre ellos el de Cuba, desamparado luego de la caída del bloque soviético en 1990 y a los partidos del Foro de São Paulo, la amplitud de partidos de izquierda y populistas que se impulsó desde aquellos años, que descubrieron entonces la “revolución bolivariana”.

Se reúnen gobiernos neoliberales

EL PRESIDENTE AMLO (centro) con el canciller Ebrard (a su der.) y mandatarios de AL y el Caribe, el sábado.
EL PRESIDENTE AMLO (centro) con el canciller Ebrard (a su der.) y mandatarios de AL y el Caribe, el sábado.Foto: Cuartoscuro

Era el tiempo también en el que desde otra perspectiva Luiz Inácio Lula da Silva gobernaba Brasil y Néstor Kirchner, Argentina. En México el presidente era Felipe Calderón, que no se opuso a la creación de la Celac, pero impulsó también un instrumento ahora casi abandonado pero que fue de enorme utilidad, la Alianza del Pacífico, junto con Colombia, Costa Rica y Chile.

Una alianza, diría ahora Andrés Manuel López Obrador, de gobiernos neoliberales, pero que indudablemente tuvieron mejores resultados que los neopopulismos de izquierda: Chávez y Maduro destrozaron a Venezuela, el país más rico de América Latina; los errores que se cometieron desde el Partido del Trabajo en cuanto Lula dejó el poder llevó a una vorágine de acusaciones que provocaron la caída de Dilma Rousseff y la llegada al poder de otro populista, pero muy de derecha como Jair Bolsonaro (que ahora coquetea con un golpe militar).

En Argentina, fallecido Kirchner de un ataque cardiaco, su esposa y sucesora, Cristina Fernández, perdió completamente el rumbo y llevó al desastre que vive hoy ese país. De Cuba ni hablemos, su economía es de subsistencia, el manejo económico es catastrófico, las libertades dejaron de existir hace medio siglo y sólo se sostiene con el mito de una revolución que triunfó hace ya 62 años.

De Nicaragua hay menos que decir todavía: de la revolución sandinista de 1979 hemos pasado a la dictadura también sandinista de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, que no tiene nada que envidiarle a la de los Somoza.

La lista de tragedias se podría seguir ampliando: los daños que terminaron provocando en sus propios países los gobiernos que adoptaron el modelo del Foro de São Paulo también. La desgracia es que ese camino también lo sigue ahora Perú, El Salvador, e incluso Chile, la más exitosa de las democracias latinoamericanas en todos los sentidos parece encaminarse hacia ese rumbo.

Paradójicamente, con todas nuestras propias desgracias, México parece ser el país de la región peor encaminado, en parte por algunos méritos propios, en parte porque el muy neoliberal tratado de libre comercio y ahora el T-MEC nos ha permitido estar íntimamente ligados a la economía estadounidense, en parte porque esa cercanía y la presencia de millones de paisanos en la Unión Americana nos permiten recibir 40 mil millones de dólares al año de remesas que son la tabla de salvación de millones de familias.

La reunión de la Celac este sábado es un buen reflejo de ese estado de cosas. Se habló mucho de soberanía, un concepto real, pero también limitado en un mundo globalizado; de independencia, de la que muchos de los participantes en el encuentro no han gozado nunca o casi nunca por decisión propia o ajena; pero nada de libertad y democracia, tampoco de productividad, de competitividad, de integrarse al resto del mundo en condiciones competitivas.

Algunas cosas no dejan de ser castillos en el aire: conformar una suerte de Unión Europea es, hoy, una quimera. La Comunidad Europea nació con una base común indiscutible: la defensa de la democracia. Para eso se utilizaron los mecanismos de una economía integrada y competitiva. Y también un acuerdo de Defensa, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de la que formaron parte todos los integrantes de la Comunidad, incluyendo en su momento y ahora Gran Bretaña, junto con Estados Unidos y Canadá.

América Latina hoy carece de esquemas realmente competitivos e integradores, hay países con capacidades altas como México, Brasil, Chile y enorme potencialidad desperdiciada como Argentina, pero salvo esfuerzos hoy también demeritados como el Mercosur, la integración y la globalización son más vistas como un costo que como un beneficio por muchos gobiernos y sociedades de la región. No en vano la respuesta de la región a la pandemia es la peor, junto con la de África Central, de todo el mundo. Hablar de sistemas de salud integrales, de producción autosuficiente de vacunas, no hablemos de una agencia espacial latinoamericana, raya más en la política ficción que en la realidad.

La reunión de la Celac pareció un regreso al pasado, a los años 70. La participación de Miguel Díaz-Canel, el presidente cubano en los eventos del día de la Independencia, una mala broma, sino fuera también parte de esa misma tragedia regional.

No me tocó vivir ni el mito de la Revolución cubana ni el apogeo de Fidel Castro en los años 60 y 70, pero se puede comprender por el espíritu de la época, pero desde la caída del Muro de Berlín, el gobierno cubano se ha convertido en una rémora de las dictaduras del bloque soviético que desaparecieron casi en su totalidad desde fines de los 80. Incluso China, Vietnam, Camboya, o en el otro extremo ideológico Taiwán, han sido, manteniendo gobiernos totalitarios, autoritarios, mucho más exitosos y han mejorado notablemente la calidad de vida de su gente.

En el apartado del deterioro constante sólo quedan Cuba y Corea del Norte, acompañados cada día más por Venezuela y Nicaragua, más las naciones de la región que se sumen voluntariamente a ese club político en estos años de naufragio.