Carlos Olivares Baró

Bonifaz Nuño en su centenario

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Carlos Olivares Baró
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Se celebra este año el centenario del nacimiento de Rubén Bonifaz Nuño (Córdoba, Veracruz, 12 de noviembre, 1923-Ciudad de México, 31 de enero, 2013), quien exaltó un sistema poético en el que el hombre es núcleo y faena. Contemplación: duda que se amplifica en cada intervalo. Escrutinios perennes: apremiar los frunces del tiempo y amortiguar las contrariedades. “Sólo es verdadero lo que hacemos / para compartirlo con los otros, / para construir un sitio habitable / por hombres”. Marcha la persistencia emplazada por los testimonios quebrados de la vendimia.

Bonifaz sabía que cada bordado del hombre es réplica para mitigar la pérdida. La poesía, ropón para vestir aquello que el tiempo desbarata. ¿Las aves calcinan los presagios del cielo?: “Vuelan pájaros incendiados / que dibujan órbitas sin sueño”.

Inicio mi tributo por los cien años de su natalicio, releyendo Poesía Completa (FCE, 2012): catálogo de figuraciones punteadas en los trepes de la gracia: concordia, amores, espejos y espadas: “lirio de silencio, embellecido”. Tres grandes momentos de la lírica castellana (De otro modo lo mismo, 1945-1971; Versos, 1978-1994; y Calacas, 2003): viaje por La muerte del ángel (1945), Los demonios y los días (1956), El Manto y la corona (1958), Fuego de pobres (1961), El ala del tigre (1969), La flama en el espejo (1971), As de oro (1981), Albur de amor (1987) y Del templo de su cuerpo (1992).

Tinieblas amplifican la aspereza: el centelleo del mundo se borra en el azogue. Bonifaz Nuño supo columpiar la festividad erótica —la alabanza del amor— siempre advirtiendo el merodeo de la indigencia que nos tienta. “Y es amor el fuego que transmuta / y amor materia transmutada, / y es acto de amor el sacrificio, / y el prodigio sensual, y el día”. El amor funda estilos: amante y amado se refugian en la bruma y se enredan en la espesura del deseo.

La morada de la poesía de Bonifaz está construida sólo con puertas y ventanas: no hay pasadores, todos entran y conjuran. La llaga: memoria de prodigios. El tiempo discurre. La noche humedece el atisbo. Llega el desconsolado y encuentra un versículo que lo apaña: “Santa de los enfermos, ámbito / de los puentes largos, alegría”. Ebrios y ansiosos, vagabundos procelosos: criaturas huérfanas que encuentran un hervoroso aguacero, un horcón, un tibio pozo de agua, un candil que alumbra la noche solitaria: una pilastra.

“Vértice sobre el vértice”: obra que se levanta sobre los vislumbres del deseo “y corona / radical de la vida”: rubrica sobre el cuerpo de la mujer deseada. La lluvia, presencia que fluye: salvación: “llueve y me afano. Tú me abrazas / en mi caída; me descifras / cuando te abrazo”. Todo acto de amor, prórroga del verbo: el poeta ondea el origen del manuscrito, ruta por signos en perennidad embriagada: sintagma que sustituye aquello que se augura en la intimidad del amado. Silencio que es ímpetu: cifra que retumba en el acorde eufórico de las ansias. “Allí en silencio, / mientras mi amor en vela te contempla”. Alegoría: entonación de gradaciones infinitas. “De vigilia multiplicadoras / nacen los sueños. De dormidos / crece la pasión de estar en vela”: la poesía de Rubén Bonifaz Nuño: ponderación nómada del amor.

Poesía Completa
Poesía Completa
Poesía Completa
  • Autor: Rubén Bonifaz Nuño
  • Editorial: FCE