Estar enfermo/2

LAS CLAVES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Para la joven doctora Karina Itzel Villarreal

Sigo empecinado, trato de explicarme las razones del detrimento de mi cuerpo. “¿Y qué, si esto es enfermedad? ¿Qué importa que se trate de una tensión anormal si su resultado, tal como lo considero y analizo cuando vuelvo a mi estado corriente, contiene armonía y belleza en el máximo grado. Una sensación inaudita de plenitud, de ritmo, de paz, de éxtasis devoto me sumerge en la más alta síntesis de la vida?”: Dostoievski. Muestro a una amiga doctora los exámenes clínicos que me hice hace una semana: “¿Qué esperabas? A nuestra edad algo tendremos anormal en nuestras entrañas”.

El sistema digestivo es nuestro segundo cerebro: si algo falla en el estómago, el cuerpo se desnivela. Camino por el centro de la ciudad, veo como la gente consume platos de carnitas, de quesadillas sebosas, de tripas aceitosas, de chorizos púrpuras, de suaderos grasientos. Los envidio. Sus intestinos funcionan de maravillas. Yo tengo que calcular las medidas de lo que voy a tragar: vegetales, raciones de pollo, pescado, frutas, jugos colados.

Cioran padecía de constipación, resistía todas las mañanas pujando para defecar. Él nunca lo dijo: pero, quien lea Ese maldito yo, se da cuenta de que el tránsito intestinal del pensador rumano era lento, de ahí el estreñimiento. “Siendo el hombre un animal enfermizo, cualquiera de sus palabras o de sus gestos equivale a un síntoma”, precisó en uno de sus aforismos. Lewis Carroll tenía una úlcera en el esófago: en su tiempo, la medicina no había patentizado los exámenes de endoscopia gastrointestinal. El autor de La Caza del Snark sufría por los reflujos, que incomodaban a las hermanas Liddell: Lorina, Alicia y Edith, mientras posaban frente a la cámara fotográfica. A Charles L. Dodgson le gustaba hacer retratos de niñas.

El presidente estadounidense Theodore Roosevelt desde su infancia vivió aquejado de diarrea perene. El presidente francés François Mitterrand ocultó el cáncer de próstata y la inflamación abdominal que dañó su salud. Kennedy toleró durante su presidencia una colitis crónica que preocupaba a Jacqueline. Fidel Castro cedió el gobierno a su hermano Raúl por sufrir hemorragias intestinales y peritonitis. Los malogros digestivos también han llegado a las altas esferas del poder.

Estar enfermo forma parte de lo cotidiano. Dice Aldous Huxley: “La investigación de las enfermedades ha avanzado tanto que cada vez es más difícil encontrar a alguien que esté completamente sano”. / Hoy, los galenos pueden ver las zonas privativas de los pacientes, sumergirse en sus entrañas mediante rayos X, elastografías, ultrasonidos, tomografías, escáner, anoscopias, resonancias magnéticas, ecografías, endoscopias, electrocardiogramas, colonoscopias, densitometrías, pruebas cefalorraquídeas.../ Endoscopio (tubo visor que se embute por la boca), colonoscopio (tubo flexible del grosor de un dedo que tiene luz y una cámara de video que se introduce por el ano): dos vocablos que riman y ven las íntimas cavidades intestinales. Dos enseres que sirven para saber la categoría de la gravedad de alguien menoscabado en el sistema gástrico. Estar enfermo: enfrentar los instantes del posible preámbulo de la caída.   

Portada "Ese maldito yo"
Portada "Ese maldito yo"Foto: Especial

Ese maldito yo

  • Autor: E. M. Cioran
  • Género: Aforismo
  • Editorial: Tusquets