La música de Joaquín Gutiérrez Heras

LAS CLAVES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Joaquín Gutiérrez Heras (1927-2012), arquitecto que abordó la música de manera autodidacta, ingresa en el Conservatorio Nacional de Música en 1950 para ser alumno de Blas Galindo y años después, estudiar en el Conservatorio de París bajo la tutoría de Nadia Boulanger y Olivier Messiaen. Becario por la Fundación Rockefeller, concluye en 1961 la licenciatura de Composición Musical en la prestigiosa Academia Juilliard de Nueva York. Compositor conocido, más que todo, por sus partituras para cine, con incursiones en la Música de cámara y la Música orquestal. 

Escucho Variaciones sobre una canción francesa (Música de cámara), que el pianista Carlos Barajas asume con acusada y correcta interpretación: sosegado diálogo sensual de nueve minutos de íntima propuesta neorromántica. Dos piezas: I Continuo (Homenaje a Ravel). II Con moto. Violonchelo y piano. Apego al músico impresionista francés desde los retumbos de su pieza El niño y los sortilegios; remate de contrastante expresividad con el Continuo desde costuras de vivaz conversación instrumental.

Trópicos: violín, clarinete, violonchelo y piano para ejecutar una composición de diapasones repetitivos de sereno Allegro y Largo (se aprecian ciertos guiños a la habanera) que rematan en gamas de imaginativas inflexiones armónicas (Allegro). Para muchos, una de las obras más personales, representativas y elevadas de Gutiérrez Heras.

Postludio (Música orquestal): tríptico de contrapunto formal en figuraciones tímbricas del formato Réquiem. Despliegue formal de espacialidad arquitectónica desde textura polifónica modal y contrapunto (canon renacentista). Destacan los solos de violín y violonchelo, y el acatamiento recitativo a las propuestas rítmicas en tresillo de las cuerdas de una de las piezas más conocidas y celebradas de Gutiérrez Heras. Incitante canzona de recóndita belleza armónica.

Sinfonía breve (1992): pieza estructurada en un solo movimiento que inicia en lenta enunciación y va, progresivamente, en crecendo hasta alcanzar todas las gamas sinfónicas, sobre todo en pasajes de las percusiones y el apogeo final protagonizado por los metales. Pujante el solo rubateado (aceleramiento) del violonchelo.

Divertimento para piano y orquesta (1950). Lucidez orquestal transparente donde todo se conjuga en pos de proporcionado enunciado sonoro. Tres movimientos (Allegro, Adagio y Allegro marziale), quizás con ciertas señas de Moncayo, pero en bordados impresionistas de ágiles trazas en armonías tonales donde nada es superfluo. Destaca el piano en clústeres solícitos y puntuales. Contrapunteo de acusadas sugerencias visuales y Adagio de hermoso motivo melódico. Expresivo Allegro marziale. Gutiérrez Hera es un músico que sabe transferir emociones: este Divertimento lo demuestra fehacientemente.

He rendido un tributo íntimo y gozoso a uno de los fundadores del grupo Nueva Música de México. Las tonalidades-atonalidades, señas minimalistas, deleite y reposos oscilantes de Joaquín Gutiérrez Heras zumbaron en mis oídos durante toda la semana. “La música no necesita justificación. / Ella no rompe el silencio: / lo abre como un fruto maduro, / como una mano húmeda / como a un templo fervorosamente ecuánime”: Roberto Juarroz. 

Concierto Sinfónico
Concierto SinfónicoEspecial

Concierto Sinfónico 

  • Artista: Orqueta
  • Sinfónica Nacional
  • Género: Orquestal
  • Sello: BMG