Caminito de la escuela, apurándose a llegar…

SOBRE LA MARCHA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Llueve, truene o relampaguee, enésima arenga presidencial que arma debates ociosos frente a disyuntivas ficticias. El regreso a clases presenciales es urgente. El semáforo epidemiológico, de la autoridad sanitaria federal no sirve, su cromática no confina ni libera.

El progreso de la vacunación por entidad es el nuevo criterio impuesto por la CDMX para desconocer directrices e imponer, con respaldo de Palacio Nacional, que acá la pandemia es naranja, no roja, aunque en el mapa por estados de la Secretaría de Salud la capital nacional aparezca escarlata con asterisco, que ilustra el desencuentro.

Punto y aparte, el regreso a clases presenciales no debe posponerse. No hay enemigos de la transformación embozados con los libros bajo el brazo; lo que hay es una discusión para fines ejecutivos —de ejecutar—sobre condiciones y circunstancias para el retorno controlado a las aulas.

La UNICEF —organismo para la infancia de Naciones Unidas— documenta que en el mundo han sido más los pros que los contras, que el acceso a la educación en todos los niveles es un derecho fundamental y en esa lógica debe(ría) ser abordado por gobiernos, no como bandera política.

En México, la pandemia es ideología, cubrebocas dividen; confrontados quedamos entre pueblo bueno, valiente o prudente. Cada uno sabrá.

Los confinamientos, el colapso económico, la violencia intrafamiliar, la inmovilidad intelectual, la saturación hospitalaria, la fallida estadística, las proyecciones retóricas, los enfermos, los muertos… todo es tomar bando, elegir historia, profesar una fe cósmica. Así hacemos, así nos va.

UNICEF subraya que los centros educativos no son nodos de contagio masivo, la ciencia médica registra que los menores de edad resisten con excelente pronóstico la enfermedad Covid-19. En CDMX hay 17 niños hospitalizados. Esto no minimiza los 8,491 que han estado hospitalizados desde el inicio de la plaga en todo el país, 244 durante la semana pasada. Pero dimensiona.

En las regiones de mayor densidad demográfica las actividades prácticamente no tienen restricción, abiertos están restaurantes, antros, centros comerciales, gimnasios, tiendas de todo rubro; todo le digo, menos escuelas y, sin comparar, la debacle, el colapso educativo puede ser más oneroso, más perdurable que todos los demás, que no son menos.

A las escuelas hay que volver sin vacilar. L@s maestr@s han trabajado más en condiciones complicadas, aprendieron a enseñar a distancia. Los que pudieron, fueron rehenes de la virtualidad, los que no, hicieron lo que imaginación y solidaridad social permitieron. El tema no es qué —volver—, sino cómo regresar.

La Secretaría de Educación Pública, presuntamente a cargo de la maestra Delfina Gómez, no contribuye a la certidumbre de padres y educandos; extraviada en conferencias ajenas, la SEP reprueba si de comunicar y coordinar se trata.

Convocatorias desairadas para el tequio nacional por escuelas dignas con servicios básicos; cartas-compromiso enmendadas alimentan miedos. Hay que volver a clases presenciales sin morir en el intento, sin provocar con titubeos, lluvias y truenos gratuitos; con la pandemia tenemos, gracias.