Carlos Urdiales

Gritos y sombrerazos

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
Carlos Urdiales
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Antes del Grito, hubo sombrerazos. La falta de comunicación entre el Gobierno de la 4T y la Arquidiócesis Primada de México exhibió qué tan crispados andan los ánimos en estos días patrios.

La supuesta “toma” por parte del Ejército de la Catedral Metropolitana corrió como reguero de pólvora en redes sociales; los alérgicos al Presidente López Obrador desbocaron sus fobias; preguntaron mientras presagiaban que qué más venía, que cuál sería el siguiente golpe del autoritarismo evangélico instalado en Palacio Nacional. Un hervidero de miedos, odio y mentiras.

Y es que las autoridades eclesiásticas impusieron penitencia; les disgustaron los moditos de la incomunicación transformadora y, a través de un desplegado virtual, el Venerable Cabildo Metropolitano se anunció sorprendido por la toma del Zócalo y el consecuente cierre del templo católico, sin tiempo para avisarle a su feligresía.

Evidente fue la molestia de la curia por lo que, poco a poco, se fue aclarando; hubo un error, una falla en la comunicación entre los hombres de Dios y los efectivos militares comandados por AMLO. Falló lo que antes no fallaba, otro desabasto, éste de tiempo y palabras, que hubieran evitado un desaguisado quizá menor, pero muy revelador.

Al Presidente le enojó la exageración de sus malquerientes; fiel a su costumbre, criticó a quienes desde la inmundicia le detestan, acusó calentón tropical por la infamia y desmintió la falsedad, pero todo, sin reparar en que fue una pobre, no sólo austera, gestión de un sector de su administración pública la que propició todo.

¿Cómo fue posible que un proceso habitual de logística descarrilara? ¿A cuál área de relaciones institucionales se le olvidó notificar y conciliar los inconvenientes que se producen en la antesala de cada noche de 15 de septiembre desde hace más de un siglo y medio por el aseguramiento físico de las alturas de la periferia al Zócalo, con el acordonamiento de las espaldas del templo para lanzar fuegos artificiales o con la efímera ocupación del campanario para que la proclama republicana desde el balcón central de Palacio Nacional suenen a bronce y repique?

Fue el Arzobispo Primado de México, monseñor Carlos Aguiar Retes, quien aplacó los ánimos y desmintió la falsa “toma” de la Catedral; absolvió a quienes no avisaron, a los que, apurados andan voceando millones de huerfanitos para la no rifa del avión o juntando autógrafos populares exprés para rostizar a los judas neoliberales de antes y que, por tanta transformación, austeridad y empeños al cuarto para la hora, olvidaron hacer su chamba.

Hoy habrá Grito en una plaza vacía por primera vez desde 1847. Habrá fuego y propaganda política, eso no desaparece, sólo se transforma. Con 71 mil muertes oficiales por Covid-19 y una cifra negra, pero inmensa de nuevos pobres, celebramos nuestras independencias de criterio y credo. Y mañana un desfile inédito como todo este 2020. Pero el ánimo popular y el fervor patrio sobreviven a tragedias nacionales, así que esta noche y con sana distancia, gritemos ¡viva México!