Carlos Urdiales

Nuestros muertos en la pandemia

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
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Con 703 nuevos casos de Covid-19 en las últimas 24 horas (dos millones 583 mil 46 casos estimados) y 48 nuevos decesos, en un total acumulado de 221 mil 647 muertes, se confirma que la pandemia en México está bajo control. Esto permite a gobierno y ciudadanos actuar bajo otras premisas. El trayecto de los últimos 14 meses ha sido intenso y doloroso.

Al lado del debate sobre subregistros de casos fatales y contagios, la comunidad global aprende en el camino. La semana pasada la OMS reconoció que la cifra mundial de muertes y casos no es precisa y acredita la falta de certeza a las incapacidades nacionales para enfrentar una pandemia que desnudó carencias materiales y humanas en todas las regiones.

La historia de los muertos por Covid-19 se escribe a diario. En México, los científicos Alejandro Cortés-Meda y Guadalupe Ponciano Rodríguez, de la UNAM, han revelado los resultados del estudio “Impacto de los determinantes sociales de la Covid-19 en México” (https://n9.cl/wu1zn), gracias al cual podemos esbozar con más nitidez causas que desde el ámbito socio-económico determinaron la muerte de decenas de miles de mexicanos durante el último año.

Nuestra diversidad poblacional no sólo produce riqueza cultural, también es factor que multiplica la falta de inclusión de amplios sectores en las órbitas de protección social, tanto pública como privada. Las condiciones multifactoriales de pobreza influyen en el acceso a servicios sanitarios; en el estado de salud de los mexicanos.

El trabajo de Cortés-Meda y Ponciano Rodríguez informa que respecto al género, las primeras teorías que indicaban mayor contagio en varones que en mujeres fue falsa. En México nos enfermamos de Covid-19 por igual (50-50).

Sin embargo, por cada mujer fallecida hubo dos hombres. Por edad, la mayor cantidad de casos fatales se presentó en el grupo de 65 a 69 años (14 por ciento del total de defunciones). Las tasas de mortalidad más altas ocurrieron en CDMX, Baja California y Sonora, y las más bajas en Chiapas, Oaxaca y Michoacán.

El estudio está en evolución, un documento que se enriquece con actualizaciones estadísticas. Al momento sabemos, gracias a él, que el determinante que más vidas cobró fue la pobreza y sus efectos colaterales.

Hasta en medición los municipios más vulnerables pierden frente una menor tasa de pruebas diagnósticas y una mayor letalidad imputable a Covid-19 sin posibilidad de confirmación.

En comunidades indígenas la historia de la pandemia es otra. Hay alrededor de 7.2 millones de personas originarias a quienes la explotación económica los perpetúa en la pobreza, expulsa y convierte en migrantes; en esa doble condición pierden acceso a los sistemas de educación y de salud, la subordinación política y social impide su ejercicio pleno de derechos y duplica la prevalencia de mortandad por Covid-19. Y otras comorbilidades no atendidas.

Sobre la marcha comprendemos la dimensión de la tragedia y como Nación, nuestros flancos más expuestos. La pandemia es un marcador cruel, pero certero, del cual debemos aprender.