Daniel Alonso

El vacío de una mirada

ARQUETIPO FUTBOL

Daniel Alonso*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Daniel Alonso
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Antes de las 20:52 horas, tiempo de Qatar, existía una fotografía que bien podría ilustrar los 22 años del futbol mundial en este siglo. Es la imagen del Lionel Messi subiendo al podio tras perder la final del mundo en 2014.

Aquella imagen retrata al camiseta número 10 de Argentina con un rostro inexpresivo y una mirada dirigida a la Copa del Mundo que no podrá tocar, aunque eso es sólo un efecto óptico. La foto incluso ganó el premio a la mejor en el World Press Photo en el rubro deportivo.

A las 20:53, momento exacto en el que Gonzalo Montiel cruzó su disparo para finiquitar la infartante serie ante Francia, aquella fotografía que durante años persiguió a Messi y a toda la Argentina, pasó a ser una bella anécdota pictográfica; probablemente el primer eslabón para conseguir la anhelada copa del mundo para Argentina, aunque de aquella generación, sólo Messi la representa (Ángel Di María no jugó aquella final por lesión).

Por eso resulta contradictorio y meritorio el logró que consiguió la selección de Argentina en Qatar con una base de futbolistas que apenas disputaba su primera copa del mundo; pero con el empuje de Messi que trazó sobre un lienzo un mundial excepcional, combinando la intensidad del chico que disputó su primer mundial hace 20 años con el liderazgo inaudito de un futbolista maduro.

El Messi más “maradoniano” fue el adjetivo con el que la prensa en todo el mundo trató de describirlo a lo largo de la justa, incluso en la inesperada derrota ante Arabia, cuando los fantasmas del pasado parecían devorarse al equipo, el capitán argentino salió a dar la cara y lanzó un contundente mensaje: “A la gente le digo que confíe”. Aquel Messi extraviado, inerte, que parecía mover como un androide por las gradas del Maracaná nunca más existió.

El camino de Argentina al título fue un carrusel de emociones de todo tipo. De la angustia de caer eliminados en fase de grupos, el bajo perfil gracias a que Brasil se robaba el protagonismo y la ansiedad por enfrentar en fila a tres rivales europeos: Holanda, Croacia y Francia. Sin sufrimiento no se es argentino, y al cliente lo que pida, pero siempre en dosis altas, termina por ser catastrófico, y ésa fue una de las funciones principales de Lionel Scaloni, quien durante toda su gestión ha transmitido un equilibrio emocional en todo momento.

Para la final los ingredientes estaban listos, por un lado, la ceremonia de consagración para Lionel Messi y su recibimiento al Olimpo o perderse ese sitio para toda la eternidad. Enfrente, la selección campeona de mundo, liderada por el nuevo ídolo, un jovencito que a muchos hace recordar al propio Pelé por la potencia y calidad técnica, el heredero de la élite mundial del futbol, Kylian Mbappé.

Sabíamos que iba a ser una final épica, pero ni en el mejor momento de inspiración de Spielberg, Tarantino, Iñárritú o cualquier cineasta que usted piense, habríamos tenido en nuestras manos un guion como aquel que el 18 de diciembre se escribió sobre el césped del Estadio Lusail. ¿Cuánto tiempo tardarán para montar la placa del Partido del siglo XXI? Felicidades al pueblo argentino.