Vencer o morir

ARQUETIPO FUTBOL

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Previo al mundial de Francia 98, llegó a mis manos un libro de futbol que recopilaba anécdotas, resultados y crónicas de las copas del mundo desde 1930 a 1994. Este ejemplar que me cautivó se llama Los Mundiales Futbol, La Fantasía del Siglo y era una edición especial por el vigésimo aniversario de Pronósticos de México. Un libro gigante que contenía fotografías históricas de cada mundial. Lo leía una y otra vez, pero la introducción del Mundial de Brasil de 1950 me impactó más que cualquier otro:

“El mundo olía a muerte. Más de 60 millones de personas habían perdido la vida en la Segunda Guerra Mundial”. De esa forma nos introducía el autor al desarrollo de la primera Copa del Mundo después del Holocausto. El mundial no se disputó durante 1942 porque el planeta se encontraba bajo fuego; ni tampoco en 1946 ya que las heridas bélicas seguían frescas. La FIFA decidió reanudar con la competición en 1950 respetando la cronología original y con el convencimiento que el futbol podría aportar a la reconciliación mundial.

Han pasado 77 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial y es hasta hoy que el mundo parece entrar en una crisis de una dimensión similar. Tal vez los gobiernos más importantes del orbe no se vieron amenazados con los conflictos bélicos en África o Latinoamérica por mencionar algunos; ni las invasiones militares en países árabes. La FIFA no vio abusos ni creyó que valía la pena suspender selecciones de mundiales o expulsarlas de sus competencias.

El precedente que el deporte en conjunto ha dejado es histórico, ya que antes jamás habían dado tantas medidas en contra de una nación en pro de la paz. Desde todos los ángulos se puede decir que es la única aportación que se puede hacer desde el universo deportivo. No se trata de castigar a los deportistas, quienes probablemente ni siquiera estén de acuerdo con las políticas de su Gobierno. Se trata de no ser indiferentes, se trata de hacer algo tangible y que pueda servir para detener una guerra. Y ésa deberá ser la línea sin importar el país que sea el agresor.

Si bien aquella introducción que leí en aquel libro sobre el Mundial del 50 me impactó, jamás olvidaré que en esas páginas conocí la hazaña del portero húngaro en 1938, quien previo a la final se enteró que Mussolini había enviado un telegrama a los italianos que decía: “Vencer o morir”. “Nunca en mi vida me sentí tan feliz por haber perdido”, explicó después Anta Szabo, el meta de Hungría, quien salvó la vida de once hombres.

Ojalá el conflicto entre Ucrania y Rusia llegue pronto a su fin y el futbol y el deporte en general, retome esa función, que bien mencionaron los federativos rusos, sirve para “construir puentes y no para derribarlos”, pero desgraciadamente hoy la potencia rusa ha decidido destruir la paz y por eso el futbol y el deporte en general, han decidido dejar sola a Rusia.