David E. León Romero

Pacto por el agua

JUSTA MEDIANÍA

David E. León Romero*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
David E. León Romero
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En días pasados escuché algunas voces que me resultan sorprendentes. Funcionarios que llevan a la arena política la crisis hídrica por la que atraviesa nuestro país, mientras otros comunican con displicencia una situación que ameritaría un protocolo de comunicación de emergencias. La escasez la viven diversas regiones de nuestro país; desafortunadamente quienes más la sufren son los que menos tienen en todo sentido.

Algunos servidores públicos de primer nivel exigen un mayor caudal como si el abasto de agua dependiera sólo de abrir una válvula o fuera un tema de mera voluntad. Por otro lado, un Gobierno que debería lanzar una poderosa, profunda y sostenida campaña para sacudir a quienes hoy tienen agua y la utilizan de manera irresponsable, inexplicablemente no lo hace.

Sobre la crisis del agua por venir se ha escrito durante décadas. Los diagnósticos han sido constantes y por los resultados obtenidos, las acciones no han sido igualmente persistentes y efectivas. El Gobierno nos debería convocar a un gran Pacto por el Agua, en el que los protagonistas deberán ser los ciudadanos, los grandes consumidores y el propio Gobierno, quien deberá generar un plan de inversión para mejorar la infraestructura buscando garantizar una gestión sustentable.

Algún funcionario del Sistema de Aguas de la Ciudad de México con una profunda ceguera de taller hablaba con naturalidad sobre una crisis sin precedente; parecía que la conversación versaba sobre cualquier otro satisfactor superfluo o accesorio.

Los esfuerzos se concentran en incrementar el abasto, trayendo agua de más lejos o de mayor profundidad, cuando la atención debería centrarse en lograr disminuir el consumo, a través del uso eficiente, el reúso y el reciclaje, aspirando a que todos tengamos al menos el agua suficiente en calidad y cantidad para llevar a cabo nuestras actividades. El foco debe estar en el uso y consumo, no en el abasto.

Buenas prácticas abundan, incluso varias de ellas en nuestro país. En el mundo uno de los ejemplos más mencionados es Israel, que logró convertirse en el de menor consumo de todos los países que componen la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, gracias a la tecnología y al compromiso de todos los actores involucrados; un plan fincado en el 2012 con horizonte al 2050 es la hoja de ruta, compuesto por sistemas, tecnología, infraestructura y campañas de comunicación para lograr el uso eficiente y sostenible.

Vivimos la paradoja de una ciudad que se inunda con las primeras lluvias mientras colonias de la misma sufren de desabasto por semanas enteras. Terminar con las tomas clandestinas, aprovechar la lluvia, reparar las fugas, ni un escusado y ni un metro cuadrado de riego con agua potable, reforestar y terminar con la deforestación, e incrementar la infiltración son algunas de las acciones urgentes. La inversión que se requiere en el sector es enorme; sin embargo, por algún lado tendremos que empezar. El Pacto es urgente, ojalá que quienes tienen poder de convocarlo lo hagan ya.