La pesadilla que viven nuestros niños

JUSTA MEDIANÍA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Algunos sostienen que nuestra niñez fue igual a la de los niños de hoy. Se presume también que cuando nosotros éramos niños, en ocasiones sufríamos acoso y en cierta medida, acosábamos. La realidad es que ser niño hoy resulta mucho más complejo que antes.

Considero que la primera y más relevante diferencia entre nuestra niñez y la actual, tiene que ver con el crecimiento y auge de la conectividad, la tecnología y las redes sociales. Anteriormente el abuso quedaba circunscrito a los muros del salón y las rejas del patio de las escuelas en las que estudiábamos, o a las calles de la colonia en la que pasábamos las tardes. En aquellos años, nuestros espacios y sus ambientes no estaban tan conectados. Hoy, la comunidad en la que nuestros niños y jóvenes se desenvuelven se encuentra mucho más conectada, gracias a las redes sociales. Con ello, el abuso los acompaña en la bolsa del pantalón, en la palma de la mano, en la computadora de casa. El abuso está presente aquí y allá, física y virtualmente, lo que provoca que quien lo sufre, difícilmente encuentre un espacio de calma.

Con base en datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, México es líder a nivel mundial en acoso escolar, entendido como esa práctica deliberada y repetida para dañar al otro, compuesta por burlas, apodos, rechazo y violencia. El presente y la rutina de aquellos que son acosados se convierten en una pesadilla. Los efectos físicos y mentales son demoledores: insomnio, dolor de cabeza y de estómago, tristeza, depresión y ansiedad.

Se calcula que del total de estudiantes de educación básica de nuestro país, más del 50 por ciento son víctimas de acoso escolar. El acoso y el ciberacoso le han costado la vida a niños y jóvenes. El suicidio infantil y juvenil es un problema gravísimo en nuestro país, en el que aproximadamente 52 niños y jóvenes se quitan la vida cada mes y se estima que el 15 por ciento de ellos, está ligado al acoso y ciberacoso. Niños que con el sufrimiento a tope, sin encontrar consuelo ni espacio de paz, optan por huir a como de lugar, eligiendo el suicidio como última y única opción.

Un problema de la niñez mexicana y de otros países. Apenas hace unos días, el suicidio de Isabella, una niña de 10 años de edad, sacudió a un sector de la sociedad estadounidense, siendo el terrible desenlace de una serie de abusos por parte de sus compañeros en su contra, con base en el color de su piel y su apariencia física. El abuso fue denunciado antes de que la tragedia sucediera y evidentemente lo que se hizo para evitarla no fue suficiente.

¿Qué errores hemos cometido en la formación de nuestros hijos para que se conviertan en acosadores de sus compañeros? ¿Qué hemos dejado de hacer para defender a aquellos que sufren? El esfuerzo por detener este doloroso problema se encuentra en casa, en el seno familiar, donde la consideración, el afecto, la amistad y el respeto deben inculcarse. Para cerrar la pinza resulta fundamental el trabajo de padres de familia y maestros, para detectar y terminar con el acoso en aquellos espacios en los que nuestros niños conviven. No puedo siquiera imaginar el dolor que deben sentir esos niños para optar por quitarse la vida; igualmente no puedo imaginar el sufrimiento que viven padres de familia de esos pequeños que ya no están con nosotros. Muertes que pudieron evitarse, y que debemos evitar.