Demi Moore: autodestrucción

CLARAMENTE

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Canonsburg, E.U. 1974, Demi (12 años) despierta por los gritos de sus padres, como es habitual, están en medio de una pelea, lo que vio fue a su madre llorando y revolviéndose entre los brazos de su padre, para ver después un bote de pastillas amarillas encima de la cama, era un intento de suicidio.

Su siguiente recuerdo es utilizar sus diminutos dedos para sacar las pastillas de la boca de Ginny, su madre. Moore relata en su autobiografía Inside Out publicada en 2019, “que en ese momento dejó de ser una niña a quienes ellos intentaban cuidar, para convertirse en una mujer que debía ayudarlos”.

Demi Moore
Demi MooreEspecial

La actriz tuvo una infancia marcada por la inestabilidad, con alrededor de 30 mudanzas, cada vez que sus padres tenían conflictos intentaban un reinicio en otra ciudad. Su padre adicto a las apuestas y su madre alcohólica, quien frecuentemente tenía problemas con la ley, siempre se sintió insegura.

Un año después sus padres se divorciaron, la separaron de su hermano y ahí se enteró que no era hija biológica de quien creía su padre y que la única en ignorarlo era ella, un secreto que le causó aun más daño. La siguiente etapa consistió en que Ginny, comportándose como adolescente y haciéndose pasar por ser la hermana de Demi, culmina en un evento en el cual la actriz llega a su casa (15 años) y encuentra a un “amigo”, quien abusa sexualmente de ella para decirle al final que su madre la vendió por 500 dólares.

Se fue de su casa a los 16 años, empezó a trabajar de recepcionista y modelo, para casarse después con un músico de quien adoptó el apellido, descubierta por su belleza y encanto empezó una carrera exitosa como actriz. A los 18 años consiguió su papel en la serie Hospital General. Se volvió autosuficiente; sin embargo, pronto empezó con adicción a alcohol y cocaína que duró tres años. De esta etapa narra que a veces despertaba sin saber dónde y con quién estaba, el divorcio fue obvio, pero su carrera seguía en ascenso. Fue un productor, quien le pidió como requisito para contratarla, que entrara a la clínica Betty Ford para rehabilitarse, lo hizo con éxito y a los 21 años quedó sobria; pero, no recibió un diagnóstico psiquiátrico, quedaba pendiente una psicoterapia para sanar su traumatizada infancia.

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Lo siguiente es historia, se casó con Bruce Willis, tuvo tres hijas, se convirtió en la actriz mejor pagada de Hollywood al cobrar 20 millones de dólares por película, su desempeño era extremo: de ser nominada al Golden Globe por Ghost, al Raspberry de peor actriz por Striptease.….. ¿y la adicción?, ahora se convirtió en un trastorno de conducta alimentaria con ejercicio extremo y dietas rígidas, basta ver el cuerpo que logró para G.I. Jane. Su calma aparente desapareció al divorciarse de Willis, a la que siguió una relación con Ashton Kutcher, quien tenía 26 cuando ella tenía 42, su nueva adicción se tornó en “hacerlo feliz” lo que incluyó: volver a tomar alcohol, embarazarse (perdió al bebé asociado a su alcoholismo), hacer tríos (que ella dice no aceptaba), una adicción a opiáceos por dolores dentales, todo acabó con un divorcio por la infidelidad de Kutcher. Los tratamientos que buscó para estar mejor incluyeron: cabalá, libros de autoayuda, chamanes, budismo y talleres para explorar la intuición, la pregunta obligada: ¿por qué no acudir a un psiquiatra?

Un problema no resuelto se repite, empezó a salir de fiesta con su hija Rummer (23 años) y a coquetear con sus amigos, alcoholizarse y drogarse delante de ella (lo que odiaba que hiciera su mamá). En 2012, a los 50 años tuvo una sobredosis y acabó en un hospital psiquiátrico. Ahí se inicia la historia de su libro, donde explica que ninguna de sus tres hijas quería saber de ella, y es en esa soledad donde empezó un tratamiento serio que le permite estar en abstinencia hasta el día de hoy.

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Lo que se conoce como Patología Dual se refiere a que los adictos, además de su abuso de sustancias, tienen una enfermedad psiquiátrica subyacente y hasta que ésta no sea diagnosticada y tratada, el riesgo de recaída siempre existe. Moore sufre estrés postraumático y probablemente un trastorno de personalidad narcisista, y es con terapia a largo plazo que podría ser curada, aparentemente ahora sí la está llevando a cabo y como parte de su proceso realizó la publicación de este libro.

De acuerdo con el doctor Doug Sellman, experto en el tema, las conductas adictivas tienen 10 características que han sido estudiadas a lo largo de cuatro décadas: 1) Son una conducta compulsiva, 2) La búsqueda inicial de la droga no es consciente, 3) Se hereda en el 50 por ciento, 4) Se relaciona con otros problemas psiquiátricos, 5) Es crónica y siempre tiene el riesgo de recaída, 6) Mejoran con psicoterapia, 7) Tratan de esperar para buscar tratamiento el “momento de motivación”, eso es falso, pues no llega y pueden morir antes, 8) Entre más individualizado sea el tratamiento mejor será el pronóstico, 9) Las “Epifanías” que buscan con ayahuasca o ácidos no sirven para nada y 10) El cambio definitivo lleva tiempo.

En las palabras de Demi More: “He tenido una relación de amor-odio con mi cuerpo. Pero hoy acepto mi cuerpo. No te puedes mirar al espejo y destrozarte”.

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Médico psiquiatra y psicoterapeuta