Eduardo Marín Conde

Recordando a Tin Tan

CINEBUTACA

Eduardo Marín Conde
Eduardo Marín Conde
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Este día festejamos el 105 aniversario de Germán Valdés “Tin Tan”, ícono del cine mexicano. No sólo fue un actor sumamente popular, sino que es la gran figura de la comedia nacional, junto con Mario Moreno Cantinflas.

Era carismático, dicharachero, siempre caía bien, bailaba y cantaba con singular simpatía. Baste recordar la chispeante escena de su mejor y más significativa película, “El rey del barrio” (1949), en la que baila alegre y ágilmente en el patio de la vecindad para congraciarse con una jovencísima y guapísima Silvia Pinal, entonces de 18 años.

Tin Tan mostró su calidez y su toque paródico en numerosas películas, como “Calabacitas tiernas”, “El revoltoso”, “La marca del zorrillo”, “Sinbad el mareado” o “El ceniciento”, todas dirigidas por Gilberto Martínez Solares. Era la imagen del mexicano ingenioso, humilde, amiguero, mujeriego, pero noble y con una gran dignidad. Su sarcasmo fue la respuesta del hombre sencillo y populachero a la soberbia y el formalismo de las clases pudientes.

Trabajó incansablemente. Hubo años (1957 y 58) en que realizó 8 películas y con la llegada del nuevo cine mexicano en los 70, se adaptó con nuevos personajes como Tsekub Baloyán en “Chanoc” o “El capitán mantarraya”, sin el gran éxito de antaño, pero conservando simpatía y arraigo popular.

A los 57 años de edad, en 1973, murió de cáncer en el hígado. Pero su legado fílmico es de gran envergadura, como símbolo del comediante, una de las cuatro imágenes míticas del cine mexicano, junto con el charro, la madre y la prostituta, de acuerdo con el gran crítico e investigador del cine nacional, David Ramón.

A lo largo de los años ha habido una gran polémica acerca de quién fue mejor cómico: Cantinflas o Tin Tan. Muchos se inclinan por Tin Tan porque fue fiel a sí mismo, en esa desenfrenada actitud que mostraba una rebeldía con la que muchos se identificaron. Sin embargo, sin restarle ningún mérito, yo me inclino por Cantinflas por la trascendencia de su personaje del peladito, surgido en las carpas, su enorme ingenio verbal que reinventó la jerga popular y su mayor impacto internacional.

Cierto que Cantinflas cambió su estilo y dejó su típico personaje para aburguesarse y volverse más complaciente. Pero basta esa gran película que nos dejó,”Ahí está el detalle”, de 1939, la mejor comedia en la historia del cine mexicano, para ubicar su verdadera dimensión. Ese duelo verbal, en su propio personaje de Cantinflas, que esgrime con Joaquín Pardavé, es simplemente de antología. Junto con “Águila y sol” y “El signo de la muerte” conformó un trío de películas de fines de los 30 que le bastaron para consolidar una imagen que lo mitificó y lo volvió inmortal. Pero las comparaciones acaban siendo un ejercicio innecesario porque de ningún modo pueden demeritar los atributos y las cualidades de quienes, como Germán Valdés, nos dejaron grandes momentos que han hecho más disfrutable la vida.