Eduardo Nateras

México sísmico y preparado

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Eduardo Nateras
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El pasado lunes se cumplió un aniversario más de los devastadores sismos ocurridos en la Ciudad de México –y otras entidades del país– un 19 de septiembre de 1985 y de 2017. ¡Y vaya que la conmemoración fue dura y cruda!

Por más que el tiempo transcurra, nunca pasará desapercibida esa fecha para toda persona que, de una u otra forma, vivió y sufrió las consecuencias de alguno de esos episodios, pues, desde la ocurrencia del primero de ellos, esa fecha se lleva como una cicatriz en el alma de millones de mexicanas y mexicanos.

Desde entonces, año con año, el 19 de septiembre se lleva a cabo un simulacro masivo en el que participan millones de personas, como homenaje a las víctimas y como una muy sana práctica para poner a prueba protocolos de seguridad, y preparar a la población para saber qué hacer cuando se presente la siguiente emergencia de este tipo.

Al respecto, para quienes habitan la capital del país, todo ha sido un antes y un después, desde que entró en funcionamiento el sistema de alerta sísmica por medio de una red de altavoces, repartidos en todos los rincones de la ciudad, los cuales han permitido refinar la capacidad de reacción de sus habitantes, en ocasión de movimientos telúricos y que, a su vez, permitieron salvar incontables vidas humanas cuando, en la misma fecha en 2017, un nuevo sismo impactó de manera dramática al centro del país.

Lo que no deja de sorprender es que, por tercera ocasión, un movimiento telúrico de magnitud 7.7, con epicentro en las costas de Michoacán, se sintió de nuevo, un 19 de septiembre, en Ciudad de México y varios estados aledaños. Y tal y como sucedió hace 5 años –aunque sin los mismos efectos devastadores–, la situación se tornó aún más dramática, pues el temblor ocurrió apenas unos minutos después de haberse llevado a cabo el simulacro, lo que –sin duda– causó confusión e incertidumbre entre la población, pues resultó natural pensar que se trataba de un error en la activación de la alarma.

Con todo –y a pesar del lamentable deceso de dos personas y algunos daños materiales, principalmente en Colima y Michoacán–, es de resaltar la cultura sísmica que, a lo largo de casi cuatro décadas, se ha desarrollado en nuestro país, particularmente en las zonas más propensas a sufrir este tipo de afectaciones. Situaciones como la del lunes pasado –y de la madrugada de ayer mismo, en la que se sintió una nueva réplica de 6.9 de magnitud– dan muestra de que la gente cada vez es más consciente de cómo actuar –de manera adecuada– en estas circunstancias.

México es un país con alto riesgo sísmico, por lo que los sismos siempre serán parte de la vida de millones de sus habitantes. Conocemos ya, en carne viva, el poder destructor de la naturaleza que, si bien no podemos evitar, sí podemos tratar de estar preparados para saber qué hacer cuando se vuelva a presentar una nueva emergencia. Y no es cosa menor, pues hacerlo salva vidas…muchas vidas.