Eduardo Nateras

El poder de las redes sociales

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Eduardo Nateras 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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A inicios de semana, tres de las redes sociales más prominentes de la actualidad, presentaron fallas de operación, por lo que millones de usuarias y usuarios, alrededor del mundo, se hallaron incomunicados —con más angustia que indiferencia— a través de esas vías por más de seis horas.

Las plataformas afectadas fueron Facebook, Instagram y WhatsApp, todas ellas pertenecientes al conglomerado Facebook Inc. —propiedad del joven multimillonario Mark Zuckerberg—, lo que provocó una caída del 4.9 por ciento en el valor de sus acciones al cierre de la jornada bursátil de ese día.

Si bien hay poca claridad sobre el origen de la falla —al menos, de manera púbica—, sus efectos se hicieron sentir de manera inmediata. Según algunas estimaciones, la caída dejó incomunicada por esos medios a un tercio de la población mundial —el equivalente a una breve pandemia tecnológica—, lo que evidencia la enorme dependencia de millones de personas, negocios, empresas e, incluso, gobiernos, con estas plataformas, con repercusiones mucho más allá de una cuestión simplemente de ocio.

Llama la atención la ingente confianza depositada en el adecuado funcionamiento de estas herramientas de comunicación e interacción social, si se toma en cuenta que —sin considerar a quienes pagan inserciones de publicidad en dichas plataformas—, el acceso y uso de estas redes es gratuito y que cualquier persona usuaria consiente que, en el caso de fallas técnicas o suspensión en el servicio, no es posible exigir reparación de daños, por lo que la única alternativa es esperar al restablecimiento del servicio.

En este sentido, una caída como la más reciente, trasciende de una cuestión meramente social —al no poder hacer alguna publicación o navegar entre fotos por algunas horas— y genera serias repercusiones económicas, no sólo en el patrimonio de Mark Zuckerberg, sino en el de la población en general, pues, desde hace varios años, las redes sociales se han convertido en importantes herramientas de trabajo para millones de personas.

Esta tendencia se exacerbó durante la crisis sanitaria aún vigente. Para muchos negocios se convirtieron en su principal —y casi única— forma de subsistencia, ante la imposición de medidas de distanciamiento social, que implicó la imposibilidad de tener presencia física en centros de trabajo, y orilló a infinidad de personas a trasladar sus negocios y la comunicación con clientes al ámbito de las redes sociales.

En el caso de WhatsApp, por ejemplo, además de permitir el envío de mensajes uno a uno, la plataforma es, actualmente, una herramienta de comunicación cotidiana en el ámbito laboral. A manera de prueba, no hay quien escape de pertenecer a diversos grupos de conversación en los que —además del clásico Piolín de los buenos días—, diariamente se comparte valiosa información entre equipos de trabajo.

En una época donde ya no es posible cuestionar el poder de las redes sociales, resultan muy virtuosos quienes sólo la afectación más grande del lunes pasado haya sido no haber recibido suficientes likes.