El costo de ser oposición

DESDE LAS CLOACAS

EL DUENDE
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Al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, su afán de querer ser una marcada oposición, se le salió de control. Apenas estábamos con los ojos puestos en los abusos policiales en Estados Unidos y el asesinato de George Floyd, cuando aquí en México nos explotó el cohete en las manos, cortesía del tapatío.

Y no es que los abusos policiales sean exclusivos de Jalisco, al de Giovanni López se suma también una muy larga lista de casos, que tristemente siguen ocurriendo en todos los rincones de nuestro país.

Sólo hace falta asomarse a las notas periodísticas que dan cuenta de esto en Querétaro, Nuevo León, Estado de México, Oaxaca, Zacatecas, Chihuahua, y ni qué decir de lo que sucedió hace unos años en Guerrero con el escandaloso caso de los normalistas desaparecidos en Iguala a manos del crimen organizado y con ayuda de la policía municipal.

Por supuesto que la Ciudad de México no se queda atrás, y tenemos registro de estos abusos desde hace varias semanas por elementos de la Policía de Investigación de la Fiscalía General de Justicia que agredieron a un grupo de reporteros. El hecho quedó grabado.

Pero retomando el caso Jalisco, desde el pasado 19 de abril, el mandatario estatal anunció que tanto las autoridades sanitarias como las de seguridad, tendrían su completo aval para hacer cumplir las restricciones para que la población acatara las medidas de aislamiento por la contingencia sanitaria.

Alfaro fue claro: “las medidas de aislamiento social tendrán carácter obligatorio, quien no las cumpla, será sancionado y la fuerza pública tendrá la encomienda de hacerlas cumplir”, señaló en aquella ocasión.

En un país en el que las policías municipales son uno de los mayores focos rojos por violaciones a los derechos humanos, y donde muchas de éstas están penetradas por el crimen organizado, las declaraciones del gobernador fueron como echarle más leña a la hoguera.

A “Enrique Alfürer” —como le llaman ahora los tapatíos— se le ha juntado la lavada con la planchada, al uso de la fuerza para hacer cumplir sus cuestionadas medidas de aislamiento, se sumó el endeudamiento de su estado, la opacidad en el manejo de los recursos para atender el Covid-19 y por si fuera poco, hasta la verborrea con la que quiso pintar su raya respecto al Gobierno federal en lo que se refiere al manejo de la epidemia. Aquí es importante recordar cuando llamó “pendejos” a quienes “siguen sin entender” que hay que quedarse en casa.

En medio de este contexto y en un movimiento sorpresivo, el mandatario tapatío intenta culpar del cochinero que vive su estado, al Gobierno federal.

Fuentes al interior de Palacio Nacional me cuentan que las acusaciones contra el Presidente tomaron por sorpresa al tabasqueño, quien había evitado en la medida de lo posible confrontarse con los gobernadores por el manejo de la pandemia.

No obstante, en el círculo cercano a AMLO el diagnóstico de lo que sucede en Jalisco es simple: al gobernador ya se le salió de las manos su jueguito de querer ser la oposición. López Obrador, por su parte, ya adelantó que no se va a meter, que Alfaro solucione las protestas, la agitación social y el descontento de los jaliscienses por su administración.