Obituario InCan

DESDE LAS CLOACAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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A ntonio murió el sábado pasado, después de las 5:30 de la tarde en su casa. Lo venció el cáncer que lo aquejaba desde hace medio año. 

Al señor de 55 años, esta terrible enfermedad le apareció primero en el colon y poco tiempo después, el mal ya se había diseminado en órganos vitales como el hígado y el páncreas. Sus hijos, especialmente la menor, Vero, hicieron lo posible por atenderlo y llevarlo a sus quimioterapias.

Unos días después de ser diagnosticado con la enfermedad, la primera consulta de Antonio en el Instituto Nacional de Cancerología, en la zona de hospitales de Tlalpan al sur de la Ciudad de México, fue aplazada varias semanas.

Cuando Antonio volvió al Instituto para comenzar su lucha contra el cáncer, la enfermedad había ganado terreno y los tratamientos tuvieron que ser mucho más fuertes y agresivos. Su cuerpo resistió lo que pudo.

Sus familiares hicieron todo lo que estuvo en sus manos. Incluso consiguiendo los medicamentos por sus propios medios, esos que se supone el Instituto les debía de proveer, pero que al no ser así, terminaban comprando en el “mercado negro”, una opción alterna a la del sector salud que, seguro usted lo sabe, es una mafia donde se venden a precios exorbitantes.

Desafortunadamente, el caso de Antonio no es el primero ni el único. La semana pasada, varios pacientes que asistieron a la llamada “cita de simulación” fueron reprogramados hasta septiembre, ya ni siquiera en agosto, y lo mismo sucede con los que esperan los resultados de las biopsias que se realizaron en el Instituto, para saber si lo que les apareció y los tiene padeciendo, es o no algo maligno y en muchos casos cancerígeno.

Pacientes de primera vez que normalmente deben llevar tratamientos concomitantes, es decir, tratamientos simultáneos de quimioterapia con radioterapia.

Al desfasarse sus fechas de inicio de tratamiento, cuando los pacientes vuelven, como en el caso de Antonio, el padecimiento ya está más avanzado y la quimioterapia debe ser más fuerte. Sus cuerpos que luchan contra la enfermedad están debilitados y todavía se tienen que enfrentar a la rudeza de las quimios.

A principios de julio en esta columna hablamos de los equipos viejos y obsoletos del Instituto Nacional de Cancerología. En casi cuatro años, la llamada Cuarta Transformación se la ha pasado en tramitología para sustituir algunos.

Hablamos en aquella ocasión que por estos equipos se ha dosificado la atención, porque actualmente no se tiene la capacidad suficiente para satisfacer la demanda de todos los pacientes oncológicos.

Antonio será velado en su casa y enterrado en la zona sur de la capital. Los pacientes siguen acumulándose en el Instituto Nacional de Cancerología, mientras en Palacio Nacional se advierte que de la austeridad republicana —que ha llevado a que en cuatro años no se atiendan los equipos del InCan— el gobierno pasará a la pobreza franciscana. Para algunos esto es un asunto político, pero para varias familias, se traduce en una tragedia que cuesta vidas y las deja enlutadas, con la impotencia de preguntarse si se pudo haber hecho algo más por su ser querido.

Basta por hoy, pero el próximo lunes… regresaréeeeeeeee!!!