Gabriel Morales Sod

Justicia para George Floyd

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
Por:

Después de que el mundo entero viera el video de ocho minutos en el que George Floyd ruega por su vida hasta morir de asfixia a manos de un policía blanco, a pocos les quedó la duda de que no se trataba de un accidente, sino de un asesinato brutal. Sin embargo, pocos confiaban en que el sistema legal estadounidense, profundamente sesgado en favor de la policía y en contra de los afroamericanos, terminara por declarar a Derek Chauvin, el policía, culpable. Tan arraigado está el racismo en las instituciones estadounidenses que incluso ante tal evidencia, pocos fueron los que creían en una victoria legal.

En una decisión inusual, aunque lógica, el juez Peter A. Cahill decidió que el juicio se trasmitiera en vivo en televisión nacional. El objetivo de esto era hacer lo más transparente posible un proceso que tenía al país en un estado de tensión absoluta, con cientos de manifestantes anticipando el fracaso y listos para salir a protestar una injusticia más. Fue así como miles de estadounidenses fueron testigos, en vivo, de uno de los veredictos más significativos en la historia estadounidense.

Aunque el resultado del juicio no cambia de facto las leyes y las prácticas que permiten la impunidad de la policía en Estados Unidos, el veredicto es una enorme victoria simbólica para el movimiento social Black Lives Matter. A pesar de que el movimiento y sus causas han ganado popularidad rápidamente entre el público estadounidense y victorias políticas, juicio tras juicio, incluso en casos que se convirtieron en mediáticos, como la muerte de Michael Brown en Ferguson, terminaron en absoluciones. Es por esto que la sentencia de Chauvin representa un parteaguas en la historia por la igualdad racial en este país.

La matanza de hombres negros a manos de la policía es sólo una de las cientos de prácticas discriminatorias en un sistema de justicia que ha puesto detrás de las rejas a más de un millón de afroamericanos. La discriminación no ocurre en punto específico, sino en un continuo. Los jóvenes que crecen en los barrios más pobres, con las peores escuelas, lugares abandonados por el Estado donde las oportunidades de movilidad social son casi nulas, se enfrentan día con día a un sistema que está diseñado en su contra.

Desde la década de 1970, la respuesta del Estado para enfrentar la pobreza y el crimen en estos espacios, en lugar de inversión pública en salud y educación y creación de empleos, ha sido incrementar la presencia de la policía quien, en lugar de construir relaciones con la comunidad, ve en estos jóvenes a un enemigo a vencer. Por décadas también, la policía se ha conducido con impunidad, protegida por una decisión de la corte suprema que impide que los policías sean juzgados por violaciones a derechos de individuos, y por un sistema que oculta sus acciones o los absuelve en las cortes. Las protestas en contra de la brutalidad policial mostraron por primera vez en años que estas acciones no serán toleradas; sin embargo, a pesar de que esto llevó a algunos cambios prácticos (por ejemplo, la obligación en varios estados a policías a portar cámaras), hasta este momento ningún juicio de gran envergadura terminó en una condena, señalando a muchos que podrían continuar conduciéndose con impunidad. Por eso la victoria de esta semana es tan significativa.