Gabriel Morales Sod

El tortuoso camino hacia el fin de la era Netanyahu

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
Por:

Si alguien me hubiera dicho hace un año que el 2 de junio Mansour Abbas, el líder del partido islamista de Israel, y Yair Lapid, el líder del campo de centro izquierda y hombre secular de Tel Aviv, firmarían un acuerdo para nombrar a Naftali Bennett, líder de un partido de derecha ultrarreligioso que apoya la construcción de asentamientos, como primer ministro de Israel, habría pensado que se trataba de una broma. Tan bizarra es la situación que sólo los hechos que le precedieron pueden explicar tan rara ocurrencia.

El país se encuentra en la crisis política más profunda desde su nacimiento. Benjamín Netanyahu, asediado por investigaciones de corrupción, ha llevado al país a cuatro elecciones en menos de dos años para permanecer en el poder. Elección tras elección ha arrojado los mismos resultados, el país, profundamente polarizado, ha sido incapaz de declarar un campo ganador. Tan desesperado está Netanyahu que en la última ronda electoral decidió cortejar el voto árabe del país, una población a la que públicamente ha atacado. Cuando los resultados electorales no arrojaron lo que Bibi esperaba, orquestó una acción sin precedentes para convencer al público de derecha, por medio de políticos de su partido y periodistas afines, de que una alianza con Ra’am, un pequeño partido islamista, era la única solución para acabar con el espasmo político. Por primera vez en la historia de Israel la derecha invitó a un partido árabe a ser parte del juego.

Lo que Netanyahu no esperaba, o tal vez se negó a ver, es que los Sionistas Religiosos, un partido de ultraderecha nacionalista, se negaría rotundamente a negociar con un partido árabe, dejando así a Netanyahu sin coalición. Este 2 de junio esta estrategia se reveló como la tumba de Netanyahu. Después de que Bibi, el líder histórico de la derecha, declarara a Ra’am “kosher”, otros partidos de derecha no tuvieron problema en comenzar negociaciones con los islamistas. Fue así como nació la coalición del cambio, que incluye a islamistas, la izquierda socialista, el centro y tres partidos de derecha. El 2 de junio, por primera vez en 12 años, un líder que no es Netanyahu anunció al presidente que tenía los suficientes votos para formar un gobierno.

Hace dos semanas, cuando esta noticia era inminente, Israel y Hamas iniciaron una guerra que comenzó con las provocaciones de la policía y grupos afines a la ultraderecha en Jerusalén —muchos sugieren que por órdenes de Netanyahu—; sin embargo, esta vez, ni siquiera la guerra pudo parar a la coalición del cambio, por lo menos hasta ahora. Bibi siempre tiene un plan B, C o Z.

Por lo menos una semana tendrá que pasar hasta que los miembros del parlamento puedan votar por el nuevo gobierno. En tiempos de Netanyahu, una semana es una eternidad. Ayer, una hora antes del límite para presentar una coalición, corrieron rumores de que Netanyahu había conseguido convencer a uno de los miembros de la coalición de traicionar a Bennett. Sin embargo, hasta el momento son sólo rumores. La actual coalición tiene 61 de 120 asientos, es decir, que cualquier movimiento acabaría con ella. Es muy temprano entonces para declarar el fin de Netanyahu, aunque se puede decir con certeza que éste está más cerca que nunca. Irónicamente un partido árabe, al que Netanyahu pensó en manipular, podría ser aquél que le ponga fin a su reinado.