¿En quién cree la oposición?

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En algunos artículos que han aparecido en torno al futuro de la oposición, se ha planteado la cuestión de si se debe privilegiar el tema de quién será el candidato a la presidencia, o el de cuál será el programa político que se ofrecerá en las próximas elecciones presidenciales.

En esta columna yo he defendido enfáticamente la segunda opción. Lo que importa es el programa, he afirmado, el candidato vendrá por añadidura. La desgracia de la oposición es que carece de ideas: no sabe adónde ir, porque por más nostalgia que tenga el pasado, no puede regresar a él.

La lectura reciente de un ensayo de Jorge Portilla, escrito en 1949, me ha hecho pensar sobre el asunto de otra manera.

Digamos que hay dos preguntas que se pueden plantear en este momento:

¿En qué cree la oposición?, cuestión que lleva a la formulación de un programa político; y

¿En quién cree la oposición?, cuestión que lleva a la selección del candidato presidencial para las próximas elecciones.

Lo que nos dijo Portilla en aquel ensayo es que, en México, la pregunta que más importa es la segunda, no la primera.

Lo cito: “Los mexicanos no creemos tanto en el liberalismo, como en Juárez; no tanto en el orden y en el progreso, cuanto en Porfirio Díaz; no tanto en la reforma agraria y en el movimiento obrero cuanto en Zapata y Cárdenas; y el liberalismo y el orden y el progreso, la democracia, la reforma agraria y obrera no existen si no existen Juárez, Díaz, Madero, Zapata o Cárdenas” (Jorge Portilla, Comunidad, miseria y grandeza del mexicano).

En contra de lo que podría suponerse, Portilla pensaba que esa manera de comprender la política no era mala o, por lo menos, no era peor que otras que se imponían en los países de ambos bandos de la Guerra Fría. Los mexicanos, afirmaba, queremos que nuestra comunidad política sea intrapersonal y eso nos ha salvado de caer en los extremos del individualismo o del colectivismo.

Podría responderse que aquello que dijo Portilla en 1949 ya no vale para el México de hoy. Puede ser. Sin embargo, lo que la reflexión de Jorge Portilla nos hace pensar es que la miseria de nuestra oposición consiste en que no tiene respuesta a ninguna de las dos preguntas: no sabe en qué creer y tampoco sabe en quién creer. Hay que tener respuesta a las dos. Y si Portilla sigue teniendo algo de razón, no podemos dar respuesta a la primera sin tener respuesta a la segunda.

Al día de hoy, nuestra oposición política no tiene ni pies (proyecto) ni cabeza (liderazgo). No se puede tapar el sol con un dedo. Por el bien del país, hay que comenzar a trabajar a partir de esa triste realidad.