Guillermo Hurtado

Sin cultura no hay país

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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Seguramente usted ha escuchado aquella frase de “Sin maíz no hay país”. Nuestra civilización encontró en esa planta su fuente primordial de alimentación. Somos el pueblo del maíz. Por lo mismo, destruir la cultura material e inmaterial del maíz equivale a destruir una parte fundamental de lo que somos.

Aunque sin rima, yo diría que sin cultura no hay país. Por cultura entiendo todas las actividades artísticas, literarias, educativas, intelectuales que alimentan nuestro espíritu. Pienso en la cultura popular, por supuesto, que es un tesoro del pueblo de México y que manifiesta con gusto exquisito nuestra sensibilidad, nuestros valores y nuestros sueños. Pero no sólo en ella. Pienso además en la alta cultura, la que requiere la mayor técnica para ser practicada y también el mayor criterio para ser disfrutada. Hay que enfatizar que, así como la cultura popular es mexicana por derecho propio, nuestra alta cultura también lo es y con no menor justicia. Las dos son igualmente nuestras y no se debe ignorar a una por apoyar a la otra.

En 2011, Riccardo Muti dirigió la ópera Nabu-cco, de Verdi, en el Teatro de la Ópera de Roma. Cuando la compañía terminó de cantar el coro conocido como Va, pensiero, el público estalló en aplausos. Este coro es una especie de segundo himno nacional italiano, algo así como el Huapango de Moncayo entre nosotros. Entonces, alguien gritó desde el fondo del auditorio: “¡Viva l’Italia!”. Muti volteó e improvisó un discurso estupendo. Palabras más, palabras menos, dijo que no bastaba con gritar ¡viva Italia!, que los recortes a la cultura hechos por el gobierno ponían en peligro la existencia misma de Italia, porque el arte y la cultura italianos eran elementos esenciales de su identidad nacional. Quien ama a Italia no puede desentenderse de su cultura. Y lo mismo puede decirse de México. Quien ama a México no puede permitir que su cultura se pierda, se debilite.  

En el siglo anterior, José Vasconcelos entendió mejor que nadie que impulsar la cultura mexicana era fortalecer a México. Por ello, convenció al régimen revolucionario de que debía apoyar la formación artística, la creación cultural, la producción bibliográfica, la construcción de bibliotecas, el estudio de las humanidades. Vasconcelos pensaba que para que México fuese una nación fuerte, una que pudiese plantarse con seguridad en el mundo, era más importante que tuviera diez orquestas de música clásica que diez batallones de tanques. La Revolución, afirmaba Vasconcelos allá en 1923, debía dejar de estar dirigida por militares para ser dirigida por maestros. 

Se supone que el régimen actual iba a ser nacionalista. Pues no lo parece. Nos hace falta otro José Vasconcelos que le explique a nuestros gobernantes que quienes hacen recortes a la educación, el arte y la cultura no pueden decir, con verdad, que aman a México.