Hirst en el Jumex

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La exposición de Damien Hirst en el Museo Jumex estará abierta hasta el 25 de agosto. Se trata de una fabulosa oportunidad para que el público mexicano conozca algunas de las piezas más importantes del artista inglés.  La impactante obra de Hirst siempre ha estado envuelta en la polémica.

Sus detractores, que no son pocos, lo califican como un fraude multimillonario. Lo que no se puede negar es que sus trabajos nos han obligado a replantear, una y otra vez, nuestra comprensión del arte. Quizá lo preferible sería acuñar un nuevo concepto, por ejemplo, el de “post-arte”, para entender de manera adecuada lo que hace Hirst con éxito.

 La exposición del Museo Jumex incluye algunas de sus obras más famosas. Es destacable, además, que la exposición sea gratuita, lo que le da un mérito adicional.

 Los visitantes podrán conocer La imposibilidad de la muerte en la mente de algo vivo, que es un tiburón disecado flotando en un tanque transparente. Otra pieza de la misma serie, muy conocida, es Lejos del rebaño, un corderito disecado que también flota en un tanque de aldehído fórmico. Los títulos de las obras de Hirst son esenciales para el mensaje que desean transmitir. Pero lo más impactante son los objetos mismos que rompen con nuestras expectativas acerca de lo artístico, de lo bello o de lo sublime. Por ejemplo, el género artístico de la naturaleza muerta adquiere, con Hirst, una realidad impactante. Ya no sólo se reproduce la figura de animal sin vida, sino que presenta a un cadáver transformado en una obra de museo. El impacto recibido nos obliga a reflexionar sobre nuestra relación con la muerte.

 Otra serie de piezas es la de los gabinetes de medicinas e instrumental médicos. Así como antes de la modernidad había retablos en las iglesias para exponer santos a los que les pedíamos que nos salvaran de los peligros y nos curaran de nuestras enfermedades, Hirst construye gabinetes de medicinas e instrumentos que son como los nuevos retablos de la ciencia a los que ahora les rogamos por salud e incluso felicidad.

 Se sabe que Hirst tiene un interés especial en la cultura mexicana y que incluso pasa temporadas en el país. La obra de Hirst cobra otro carácter cuando se la ve desde México. El barroquismo del artista encuentra en el escenario mexicano interesantes analogías. Su trabajo con alas de mariposa nos recuerda el arte plumario de los pueblos indígenas. Su pieza espectacular Por el amor de Dios, un cráneo de metal con dientes incrustados y una cantidad no determinada de costosos diamantes, nos remite a los cráneos adornados con piedras preciosas del arte precortesiano. El mensaje es parecido: la muerte está en la vida y, por lo mismo, se le puede adornar con fastuosidad e incluso con un toque de humor.