Guillermo Hurtado

Ideólogos, ideáticos e idiotas

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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Hay quienes van por la vida sin tener jamás una idea. No quiero decir que no piensen, que no tengan creencias, que no lleguen, incluso, a tener algo de ingenio. A lo que me refiero es que no tienen una íntima convicción que les sirva de norte, que les muestre el camino, que les ilumine en la penumbra.

Hay que ser persona de ideas. Las ideas nos ensanchan el mundo, nos sirven de brújula, nos brindan sentido. Quien no tenga una idea, que la busque. El estudio es una manera de obtener ideas. Pero también lo son la conversación profunda, la honda reflexión, la vida examinada.

No cualquiera tiene una idea, pero hay ocasiones en las que cuando alguien descubre una idea en su cabecita se aferra a ella con pasión. A este tipo de sujetos los vemos pasear con su idea por los salones y las avenidas. La sacan a relucir a la primera oportunidad, la presumen, nos la refriegan en la cara. ¡Qué fastidio! Cuando se acercan a un grupo, los paisanos dicen: ¡Cuidado!, ¡ahí viene fulano con su idea!, y salen corriendo.

Las personas con ideas fijas muchas veces se vuelven ideáticos. La palabra “ideático” es un americanismo que significa ser una persona caprichosa y maniática. Es malo vivir sin una idea, pero es peor ser esclavo de la única idea que se ha convertido en nuestra ama y señora.

Los ideólogos también tienen una idea y, a veces, incluso más de una, pero saben cmo estirarlas al máximo. Los más astutos viven de sus ideas, incluso con holgura. Escriben no uno, sino cinco o diez libros en los que repiten, con variaciones, la misma idea. Los más famosos salen en la televisión, en la radio, publican artículos de periódico y participan en las redes sociales. De tanto trajín, sus pobres ideas se van cansando, hasta que ya no queda sino la sombra de ellas.

Hay ideas chiquitas, las ideítas, e ideas grandotas, las ideotas. Pero además de las segundas, hay idiotas. Hoy en día, por idiota se entiende alguien que padece idiocia, es decir, el trastorno mental de tener una inteligencia muy inferior a la normal. Un idiota, entonces, es alguien con escasas luces. No confundamos la idiocia con el idiotismo. El segundo es un giro del lenguaje que no se ajusta a las normas de la gramática, por ejemplo, cuando se dice que algo es “más mejor”.

La palabra española “idiota”, como tantas otras, procede del griego antiguo. En griego, un idiota era aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos por carecer del talento o las facultades o la predisposición para ello. Un idiota era alguien del vulgo más rudimentario. De ahí el significado de la palabra “idiotismo”, por el uso insensible del idioma. Esta idiotez sí se cura y uno de sus remedios es la lectura.