Guillermo Hurtado

México: la democracia distante

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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Para que México resuelva sus problemas necesita más y mejor democracia, no menos y peor democracia.

Es indispensable fundar nuevas agrupaciones políticas, distintas de las que hasta ahora hemos tenido. Ya nada podemos esperar del PRI ni del PAN ni del PRD ni del Verde, ni del Movimiento Ciudadano ni del PT ni siquiera de Morena. Los partidos a la vieja usanza ya dieron todo de sí. Hace falta agrupaciones completamente nuevas, formadas por mexicanos que no hayan tenido que ver con la corrupción del régimen anterior y con la del nuevo.  

Es evidente que la transformación democrática de México no ha avanzado gran cosa con el nuevo Gobierno. El partido en el poder no es capaz de poner su casa en orden, mucho menos de congregar, orientar o regenerar a la sociedad mexicana. En vez de un régimen democrático popular, lo que se ha construido es uno piramidal, en el que el liderazgo presidencial señala celosamente todas las rutas por seguir. Los cambios sociales no están sucediendo desde abajo, sino desde arriba, con la consigna de que sólo en las alturas palaciegas se sabe lo que necesita el pueblo, lo que quiere el pueblo, lo que siente el pueblo. Pero cuando observamos quiénes son los cortesanos, constatamos que la mayoría de ellos son políticos del viejo régimen, operadores astutos que han sabido adaptarse a las nuevas circunstancias, pero que tienen largas colas que enrollan para que no se las pisen.  

Por el lado de la oposición tampoco hay opciones. Los reaccionarios afirman que debemos volver al pasado: al viejo régimen de tres partidos políticos predominantes acompañados de partidos pequeños con los que hagan alianzas. Es decir, el sistema de la democracia representativa liberal que impulsaron el siglo anterior, conformado por un partido de derecha, uno de izquierda y uno de centro. La mecánica de este régimen era la alternancia. Un reparto del poder que permitiera corregir los excesos del Gobierno y que tendiera, por medio de los pactos, al centro político favorable al status quo económico, social y cultural. A este modelo le he llamado “la democracia del carrusel”: en una elección gana el partido X, en la siguiente gana el partido Z y luego vuelve a ganar X en un mareador movimiento circular que no lleva a ningún lado. 

La transformación de México requiere la transformación de nuestras ideas políticas; de nuestra manera de concebir la democracia. Para avanzar tendremos que inventar, probar, arriesgar. Los liderazgos tienen que ser nuevos, frescos, descarados. La solución de barrer la escalera de arriba hacia abajo no ha funcionado. Es mejor abandonar la mansión invadida de suciedad, construir una nueva, darle una verdadera oportunidad a la esperanza.  

Insisto, para resolver los problemas de México necesitamos más y mejor democracia. La desgracia es que esa democracia anhelada no se asoma por ningún lado.