Guillermo Hurtado

Mi paso por Mascarones

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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La antigua finca campestre de los condes de Orizaba, mejor conocida como la Casa de los Mascarones, ha alojado, a lo largo de su historia, diversas escuelas y facultades. De 1936 a 1954 fue la sede de una deslumbrante Facultad de Filosofía y Letras. Cuando se inauguró la Ciudad Universitaria y esa Facultad se mudó al sitio que ahora ocupa, Mascarones siguió siendo inmueble de la UNAM.

En 1967, le fue cedida a la Escuela Nacional de Música. En 1970, yo ingresé a esa Escuela como alumno del curso de iniciación musical concebido por el insigne musicólogo y pedagogo mexicano César Tort. El maestro Tort luego fundó el Instituto Artene, que sigue siendo un espacio de referencia para la educación musical en nuestro país. Cuando le cuento a mis amigos filósofos que yo estudié en Mascarones no me lo creen, pero es cierto, estuve en la Escuela Nacional de Música —hoy Facultad— no en la de Filosofía y Letras.

El curso Tort cambió mi vida. Recuerdo que lo primero que hacíamos los niños era aprender a tocar percusiones. El descubrimiento vital del ritmo en el sonoro tambor de origen mexicano llamado huéhuetl, me abrió una ventana de la conciencia. Años más tarde, cuando leí a Vasconcelos, recordé ese sentimiento de seguir un ritmo, de hacerlo mío, de sincronizar mi cuerpo y mi alma con esa palpitación del cosmos. Luego llegaban, como regalos maravillosos, las notas, las frases, las melodías completas. Cuando acabé el curso Tort entré a la escuela como alumno regular para tomar clases de solfeo, canto y percusiones, pero apenas asistí un año a los cursos; tuve que dejarlos por razones que no viene al caso mencionar aquí.

En aquel entonces que corría por los pasillos y los patios de Mascarones no podía imaginar que por ahí habían pasado, apenas veinte años atrás, algunos de los pensadores que luego admiraría tanto: Samuel Ramos, José Gaos, Emilio Uranga. A unos cuantos de esos alumnos y maestros de la Facultad de Filosofía y Letras de Mascarones los conocí y traté años después: Luis Villoro, Ramón Xirau, Fernando Salmerón. Mi infancia había transcurrido en los mismos salones de la juventud de ellos.

Cuando vi la película Roma, de Alfonso Cuarón, recordé un incidente de mi paso por Mascarones. El 10 de junio de 1971, una manifestación estudiantil en las cercanías de la escuela fue reprimida ferozmente por un grupo paramilitar, los llamados “Halcones”, con un saldo de decenas de muertos. Cuando se supo la noticia dentro de la Escuela de Música, cerraron las puertas y quedamos guardados ahí durante varias horas. Los muchachos que habían escapado entraban a Mascarones para contar lo sucedido. Esa fue mi primera experiencia de la violencia política. Sin embargo, como era muy chico, no entendí sus repercusiones en ese momento. Ahora, me parece irreal haber vivido aquel episodio.