Guillermo Hurtado

Ni con unos ni con otros

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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José Ortega y Gasset publicó en 1930 dos artículos en los que se planteaba la pregunta de sí se puede y se debe ser partidista de manera definitiva. Nada produce más indignación entre ciertas personas, decía Ortega, que haya quienes se pongan por fuera de una lucha entre dos partidos. Por ejemplo, aquí en México, que no se declaren lopezobradoristas pero tampoco se asuman como antilopezobradoristas. Los defensores de ambos bandos reclamarán que no es momento de neutralidades, mucho menos de ambigüedades, o se está con uno o se está con el otro. No hay posibilidad de una tercera opción.

La polarización extrema que borra todos los matices es un peligro espantoso. Eso fue lo que sucedió en la Guerra Civil Española. En 1936, Miguel de Unamuno, que primero había apoyado la república y luego apoyó el golpe militar y luego, cuando se dio cuenta de la barbarie de los dos bandos, también dejó de simpatizar con los golpistas, dijo en una carta que España estaba siendo destrozada por la ferocidad de los hunos (los rojos) y los hotros (los blancos).

En México no hemos llegado, ni de cerca, a la polarización que padeció España. Pero la sensación de que cada vez estamos más cerca de quedar en medio de una guerra entre hunos y hotros no deja de inquietarnos.

Mi amigo Pau Luque, joven filósofo, me dijo que para Unamuno la opción siempre fue sencilla: el nunca dejó de ser Hunamunista. La guasa lleva cola. El mensaje es que hay momentos en la vida en los que uno se tiene que comprometer, por más que no se quiera entrar en la contienda. De otra manera, se cae en un individualismo intragable, un caldo espeso hecho de egoísmo y cinismo.

Lo terrible es que muchas veces, aunque no se quiera, queda uno en el terreno de uno o otro partido, no por decisión propia sino por la fuerza de las circunstancias. ¿Qué se puede hacer si uno de los bandos en pugna nos persigue? No hay otra opción que buscar refugio en el lado contrario. Siempre y cuando, claro está, los de ese batallón quieran recibirnos. Lo peor que puede pasar es quedar a la mitad de las dos trincheras, en medio de la lluvia de balas.

En México, repito, todavía no estamos en esa situación. Me preocupa, sin embargo, que la lógica funesta de “estás conmigo o contra mí” cada vez tenga más partidarios, de uno y otro bando. Yo me niego a aceptarla. No soy lopezobradorista, pero tampoco soy reaccionario, porque no quiero que las cosas vuelvan a ser como antes.

Todavía no estamos condenados a estar con los unos o con los otros. Aún podemos imaginar más opciones. Para hacerlas realidad, tenemos que resolver nuestros problemas por medio del ejercicio virtuoso de la razón. Mientras se pueda, claro, mientras se pueda.