Guillermo Hurtado

¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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Murió Francisco Giner de los Ríos el 18 de febrero de 1915. Fundador de la Escuela Libre de Enseñanza, institución modelo de la nueva pedagogía española, su influencia también se dejó sentir en México cuando, a causa de la Guerra Civil, sus ideas cruzaron el Atlántico para ser fundamento de los colegios en los que laboraron los educadores españoles exiliados.

Pensaba Giner que a España había que salvarla por medio de la educación. Para que la patria saliera de su decadencia había que formar consciencias, es decir, españoles con una mejor actitud ante la vida: más crítica, más moral, más constructiva.

Antonio Machado escribió un poema muy hermoso y sentido a la muerte del pedagogo. En uno de sus versos, el poeta declara: “¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!”. Lo que quería decir Machado es que el mejor homenaje a Giner era continuar con su obra y no lamentar su pérdida. No obstante, la exhortación generó un debate porque algunos la leyeron como una crítica al clero e incluso como una velada referencia masónica. Entre los institucionistas, hubo quienes reprocharon al poeta por recalcar los yunques mundanos de la labor formativa de Giner e ignorar las campanas espirituales de su tarea civilizatoria. No entraré aquí en esa discusión. Lo único que pretendo es extraer del poema de Machado aquella frase maciza y melodiosa para formular un mensaje sobre el México de hoy.

Seguramente, estimado lector, ha oído usted la expresión “echar las campanas al vuelo”. Lo que se quiere decir con ella es que ha llegado el momento de celebrar los triunfos, de presumir los logros. México no puede darse ese lujo. De ninguna manera puede el gobierno echar campanas al vuelo. Hay mucho que hacer, mucho trabajo urgente.  Como dijo Machado, habría que recomendarle al régimen aquello de “¡Yunques, sonad; enmudeced campanas!”. Pero lo mismo se podría reclamar a todos los sectores de la sociedad, no sólo a los oficiales. Espero no ser injusto, pero he de decir que no escucho el resueno de suficientes yunques. Oigo, eso sí, muchas campanas, no sólo las de las capillas del régimen, sino también las de las capillas de la oposición, que tocan melodías muy distintas. Puesto en una consigna, yo diría que México necesita que suenen más yunques y se escuchen menos campanas.

Se me podrá reclamar que no presto suficiente atención al sonido de los yunques. Puede ser. Mi queja, entonces, tendría que ser la de que tantas campanadas no nos dejan escuchar la rítmica melodía los yunques. Como dije, cada torre tañe sus campanas según sus propios intereses. El resultado es una cacofonía que nos permite prestar atención a lo importante. La regeneración de México –como la de España hace un siglo– sólo podrá lograrse por medio del trabajo inspirado en los valores más altos y en los ideales más puros.