Horacio Vives Segl

Estados Unidos ante su hora clave

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
Horacio Vives Segl
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Como todo mundo sabe, ayer se celebraron las elecciones presidenciales y legislativas más relevantes de lo que va del siglo en Estados Unidos. Al momento de escribir estas líneas estaba en suspenso la definición sobre el ganador de la Presidencia. Es incierto si debiera cerrarse el ciclo de una de las etapas más oscuras en la historia de la democracia estadounidense y con ello el desmantelamiento del destructivo legado de Donald Trump.

Todos los gobiernos y sus líderes, en todo el mundo, están ya siendo juzgados en las urnas, en buena parte, por sus acciones y omisiones respecto de la actual emergencia sanitaria. A Estados Unidos le tocó la cita con las urnas relativamente pronto, en pleno desarrollo aún de la pandemia.

El mal desempeño frente la pandemia sanitaria no sólo es reflejo del desdén de Trump por la ciencia y la evidencia; como tampoco es, ni remotamente, la última o única explicación de su mal gobierno. Trump es responsable, debido a la abyecta retórica populista y protofascista que estableció desde su primera campaña, de sembrar y cultivar, de manera permanente, discursos de odio que han polarizado en extremo al país vecino del norte, además de atentar contra su diseño constitucional mismo —que tiene como fundamentos básicos las libertades, la rendición de cuentas y el equilibrio de poderes—, minar el prestigio de una burocracia usualmente considerada profesional y eficiente, y desdibujar el liderazgo global que históricamente ha ejercido Estados Unidos.

Consecuencia de lo anterior fue el clima inédito de repudio que acompañó la búsqueda de Trump de su reelección. No hay registro de un ambiente de polarización y protestas políticas y sociales semejantes (salvo, quizá, la elección de 1968). El discurso nativista, racista, anti inmigrante, xenófobo, misógino y homófobo; el capricho como guía de su voluntarismo en la toma de decisiones; el desprecio por las instituciones; los ataques y descalificaciones sistemáticas a todo aquel que no comulgara con total lealtad a su proyecto político…en fin, el trumpismo fue lo que llevó al clima de polarización, protesta y violencia que caracterizaron el desarrollo de la campaña. A eso hay que sumarle, en el ámbito internacional, el desprecio por el multilateralismo, el rompimiento de los acuerdos impulsados por administraciones anteriores y un permanente desaire y desdén a sus tradicionales aliados internacionales. Por lo mismo, quitando un puñado de autócratas —los iguales tienden a juntarse—, las democracias occidentales y buena parte de la opinión pública mundial nos sumamos a la desaprobación de la gestión de Trump.

Del lado demócrata, hay que señalar que Joe Biden y Kamala Harris cumplieron con el guion de presentarse en todo momento como una alternativa política responsable frente al populismo, los desmanes y la irresponsabilidad de Trump.

Mirar el legado destructivo y la regresión autoritaria del gobierno de Trump sirven como referente para muchos otros países, atrapados aún en la trampa del populismo —en sus diversas facetas de izquierda o de derecha—, para tener clara la lección: siempre será mejor optar por alternativas democráticas y liberales.