Javier Solórzano Zinser

¿A quién condena nuestro pasado?

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Javier Solórzano Zinser 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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No necesariamente la ausencia de voces que reivindiquen parte del pasado significa que haya estado vacío. 

Pocos se atreven a ponderarlo, porque parte del mismo está cargado de corrupción, salidas en falso, mal gobierno, confusión, trampas y proyectos que, al paso del tiempo, evidenciaron poca operatividad, efectividad, por decir lo menos.

Da la impresión que quienes fueron los responsables de los recientes gobiernos han optado por esconderse o mejor salirse del radar antes de ponerse en la mira. Su silencio se ve como sinónimo de vergüenza de lo que hicieron.

El Presidente los sabe débiles y temerosos, a lo que se suma la información que tiene sobre la mayoría de quienes nos gobernaron al menos en los últimos 20 años, lo cual los coloca en la adversidad y sin posibilidad de maniobra.

No sólo se trata de que quienes encabezaron el poder presidencial y lo que lo rodea, también estamos hablando de los gobiernos estatales a los cuales López Obrador a menudo les manda mensajes, ayer les dijo que “si siguen los privilegios, no entregaré más dinero a los estados”.

En medio de la situación en la que estamos, quien va a determinar el concepto “privilegios” es el propio Presidente, lo cual en el fondo coloca una previsible sumisión de los gobernadores. López Obrador tuvo cuidado en decir “si siguen los privilegios…” lo que lleva las cosas a un pasado-presente.

Con la reforma eléctrica estamos a nada de vivir otro pasaje de esconderse del pasado, aunque quienes lo hayan defendido y descrito estén en el Congreso o gobernando algunos estados.

No hay duda que Peña Nieto en muy poco tiempo de su mandato pasó a ser un impresentable. Sin embargo, algunas de las reformas con las que se echó a andar su sexenio tenían la lógica del crecimiento, competencia, productividad sin que el Estado perdiera la rectoría. Recordemos que de las reformas la energética fue la que mayor controversia provocó y la cual ahora está a nada de que desaparezca del todo.

A pesar de ello, quienes defendieron las reformas de manera vehemente, por cierto, algunos de ellos hoy son parte de Morena, al tiempo que señalaban a quienes no estaban de acuerdo con ellas, se han hecho materialmente a un lado, buscando el anonimato o escondidos pensando en cómo defenderse en alguna universidad de EU.

El desprestigio de los gobernantes y de la actividad política en su conjunto ha llevado a que los escenarios del país estén dando un giro trascendente. Poco importa el pasado porque éste tiene que ver con hombres y mujeres que usaron el poder y que en muchos casos gobernaron para beneficio de pequeños grupos.

No hay manera de recuperar el pasado para el actual gobierno, porque es una maraña de la cual nadie se salva, de no ser, como ha venido insistiendo, que se dirija la mirada y el pensamiento hacia los 60 y 70, tiempos en que el mundo y el país eran significativamente otros.

La disyuntiva del PRI en el qué hacer ante la reforma eléctrica poco o nada tiene que ver con la cuestionable idea de su cuestionable presidente, en el sentido de que el tricolor está “del lado de la gente”, una afirmación que parece un guiño al tabasqueño.

Si así fuera entenderían que el proyecto que defendieron en 2013, él como gobernador de Campeche entre otros, es muy diferente al del Presidente.

El PRI es la esencia de las críticas del Presidente quien ahora quiere redimirlo, siempre y cuando vote por su proyecto de reforma eléctrica.

¿De qué tamaño tienen la cola que no hay quien salga en defensa de los proyectos que con tanta vehemencia y “convicción” defendieron en el Pacto por México?

El pasado los condena, pero también hay un pasado que no condena al país.

RESQUICIOS

Ricardo Monreal no descartó la posibilidad de modificar la iniciativa de reforma eléctrica con el fin de que pueda haber un mayor consenso entre las fuerzas políticas. Se le vea como se le vea y se interprete como se interprete, no deja de ser una idea fundamental para debatirla.