Una oportunidad para el diálogo

SIN MIEDO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Ahora que está por iniciar una nueva legislatura, que coincidirá con los últimos tres años de gobierno del presidente López Obrador, puede ser una buena oportunidad para repensar los términos de entendimiento entre las distintas fuerzas políticas y también con los sectores de la sociedad, atendiendo la pluralidad de nuestro país, que representa una de sus principales fortalezas, lo que en muchas ocasiones no se ha sabido valorar.

Hoy, se hace indispensable recuperar la capacidad de diálogo para la búsqueda de coincidencias, respetando siempre los disensos. El diálogo es consustancial a toda democracia, ya que permite procesar racionalmente la pluralidad y contribuir a la toma de decisiones. Es un recurso fundamental para evitar que las tensiones, que naturalmente genera la diversidad, deriven en la exclusión y la violencia, ya que hace posible que en la relación con los demás, con quienes tienen posiciones distintas, pueda generarse un intercambio posibilitando la comprensión mutua.

Fortalecer la cultura política democrática, implica privilegiar el diálogo como forma de hacer política y, particularmente en los parlamentos, debe ser la manera de relacionarse entre sus integrantes.

Sin embargo, en estos tiempos hemos ido perdiendo la capacidad de escucharnos, de tratar de entender las diferentes posturas, sus causas y motivaciones; de considerar argumentos y propuestas a partir de su sustento y viabilidad y no únicamente en función de nuestras filias y fobias.

Tal parece que no hay manera de conceder razón a quienes son considerados como contrarios --e incluso como enemigos-- por el simple hecho de disentir, y en cambio lo que prevalece es la descalificación en automático, el desencuentro constante que ha ido abriendo una brecha cada vez más amplia en el ámbito público, repercutiendo también en nuestra convivencia como sociedad.

Basta asomarse a las redes sociales para percatarnos de los preocupantes niveles de polarización y violencia verbal a los que hemos llegado, y que en nada ayudan para afrontar los graves problemas nacionales que nos aquejan como la salud, la inseguridad, la desigualdad y pobreza, que requieren del compromiso y la participación activa de todas y todos.

Apenas estamos a tiempo para cambiar el tono de la conversación pública, para dejar de alentar la división y construir esos tan necesarios espacios de diálogo, que nos permitan encontrar las coincidencias y promover el respeto a quienes tienen una visión distinta, reconociendo que somos un país plural y diverso, para desarrollar la tolerancia, la solidaridad, la empatía y construir una cultura de paz.