Julio Vaqueiro

Partidos por la frontera

RÍO BRAVO

Julio Vaqueiro *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julio Vaqueiro 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Ya se sabe que hubo un tiempo en el que la frontera no existía. Hubo otro en el que estaba más al norte, con el río Nueces. Y ya se sabe que lo que ahora es Nuevo México, Utah, Nevada, Arizona, California, Colorado y Texas, pasó de México a Estados Unidos por la firma de un tratado cruel hace algunos cuantos años. Lo que yo no sabía es que hay lugares en los que el ojo engaña y parece que la frontera todavía no existe.

La primera vez que fui, trabajaba como reportero en el canal local de Telemundo, en Los Ángeles. Manejamos tres horas por la autopista 5 en el tráfico del Sur de California. Fuimos a hacer una entrevista en un lugar entre Tijuana y San Diego. Llegamos así a Playas de Tijuana, la esquina más occidental de México. Ahí me impresionó ver cómo la valla metálica, que define la frontera, atraviesa autoritariamente estas dos ciudades que podrían ser una misma y, cuando llega al oceáno, se hunde y desaparece. Es como si el mar se la tragara. Sobre el agua, a la frontera no le queda más que ser imaginaria.

Lo mismo sucede en algunas regiones inhóspitas del desierto de Nuevo México: no hay cerca de láminas o barrotes oxidados que dividan a México de Estados Unidos. Ni siquiera un alambre de púas. Con un solo paso es posible hacer un viaje internacional y no darse cuenta. Incluso se puede estar en los dos países al mismo tiempo, con un pie de cada lado.

Igual que en el Valle del Río Grande, Texas. Por ahora, éste es el sitio por el que más inmigrantes sin documentos cruzan. Aquí el muro se levanta alto e imponente. Pero hace un par de años me llevaron a un punto digno de fotografía, en el que de pronto y de golpe, el muro termina. De repente hay muro y de repente ya no. Unos kilómetros adelante la valla aparece otra vez, pero en medio queda el vacío: un hueco gigante en nuestra frontera.

¿Para qué tanto límite?, piensa uno, si al final no van a tapar los agujeros.

La frontera tiene sus cosas. Quienes viven de uno y del otro lado, también. El fallecido editor del periódico Los Angeles Times, Frank del Olmo, escribió alguna vez que la frontera es el encuentro entre dos grandes culturas: la tradición anglo-americana de Estados Unidos y Canadá al norte, y la tradición ibérico-india de América Latina al sur. Y los latinos que viven en esa región, son el puente entre las dos culturas y los dos idiomas.

El otro día mi hijo de cinco años me preguntó: “Oye, papá, ¿yo soy de México o de Estados Unidos?”. Le dije que de los dos, pero todavía no sé bien cómo se vive eso de pertenecer a ambos países. Hay muchos que sí lo saben y comparten la experiencia de mi hijo. Tal vez con este diálogo que hoy empezamos aquí, juntos consigamos entender mejor lo que es estar partidos por la frontera.