Chile y la segunda vuelta electoral

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La segunda vuelta es uno de los mecanismos electorales más interesantes y más difundidos dentro de América Latina, pues 14 países la implementan para sus elecciones presidenciales. La posibilidad de que los electores tengan un segundo momento para escoger, en el que la decisión se concentra entre las dos opciones más votadas en la primera vuelta, permite múltiples reacomodos, negociaciones, alianzas e incluso resultados inesperados. El caso de Chile es uno de los últimos ejemplos de ello.

Si las elecciones de Chile se resolvieran en una sola ronda, el exlíder estudiantil Gabriel Boric habría perdido y el presidente hubiese sido el conservador José Antonio Kast, pues en las votaciones del 21 de noviembre ellos obtuvieron 25.8% y 27.9% de los sufragios, respectivamente. Lo que sucedió en las siguientes cuatro semanas previas a la segunda vuelta del 19 de diciembre fue un interesante proceso en el que Boric pasó de proponer políticas y ser visto como un candidato cercano al extremo de la izquierda a un político moderado, más próximo al centro político, y que apeló a la reconstrucción de la alianza entre clases medias y clases trabajadoras que por muchos años ha definido a los gobiernos chilenos.

En Chile es una novedad que el ganador de la primera vuelta sea derrotado en la segunda votación, pero esto no es ninguna sorpresa para otras naciones sudamericanas. En el proceso de reconfiguración de coaliciones y la simplificación de la decisión a una opción binaria, las preferencias de los ciudadanos, así como del resto de candidatos que no lograron entrar a la segunda vuelta, permiten cambiar o afinar propuestas controversiales, incluir nuevas perspectivas e incluso llamar al voto a ciudadanos que en un primer momento no acudieron a las urnas.

Por ejemplo, de acuerdo con un estudio de la plataforma Decide Chile, los jóvenes menores de 30 años tuvieron una participación de 53% en la primera ronda, mientras que en la segunda vuelta ese porcentaje subió hasta 63%. Algo equivalente sucedió con las mujeres entre 30 y 50 años, cuya participación pasó de 58% a 67%. Esta inclusión de nuevos votantes motivados, junto con una intensa campaña a la que se sumó la doctora Izkia Siches, una médica de 35 años que también formó parte de las movilizaciones estudiantiles hace una década, y el respaldo abierto que Boric recibió del expresidente socialista Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, dos veces presidenta y que ahora forma parte del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, permitieron desdibujar lo que parecía la llegada al poder de un político abiertamente identificado con el dictador Pinochet y sus políticas.

La segunda vuelta existe en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Nicaragua, Perú, República Dominicana y Uruguay. En México el tema ha surgido en múltiples ocasiones, pero el miedo de los gobiernos a perder en unas elecciones en las que sólo se enfrenten a otro candidato ha cerrado la puerta a las interesantes posibilidades que abre un sistema electoral en el que el ciudadano tiene la última palabra, pero en la que no todo se decide en un solo momento.