El fantasma de la extrema derecha

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Un fantasma recorre Europa: el fantasma de la extrema derecha. Contrario a la idea alimentada desde los discursos radicales sobre un supuesto avance del comunismo, la realidad es que durante los últimos años las ideologías de izquierda y socialdemócratas han ido perdiendo terreno en Europa, mientras que los nacionalismos autoritarios, xenófobos y conservadores han avanzado a toda prisa, cosechando éxitos en muchos de los países en que se han enraizado e incluso convirtiéndose en un producto de exportación.

Resulta problemático creer que todos los partidos y movimientos de extrema derecha son idénticos, pues el discurso político radical necesita alimentarse de miedos y fenómenos económicos, políticos y sociales particulares de cada lugar en que se encuentra. No es lo mismo el discurso antimigrante disfrazado de modernidad juvenil de “Gènèration Identitaire” (Generación Identidad), en Francia, que el nacionalismo autoritario de Viktor Orban, el primer ministro de Hungría, cuya política no sólo desprecia a los migrantes de África y Asia, sino que necesita también mirar con recelo a sus vecinos de Europa Occidental y sus amenazantes preocupaciones sobre democracia, derechos y libertades.

A pesar de eso, es indudable que existen vasos comunicantes entre estos movimientos. No es gratuito que la posición cuasi franquista de Vox encuentre oídos atentos a sus lecciones en México; que las teorías conspirativas y emblemas de QAnon, que alimentaron la insurrección de los fanáticos de Donald Trump en Estados Unidos, comienzan a aparecer rutinariamente en protestas en Alemania, Holanda o Reino Unido, o que las marcas, emblemas y estrategias de los movimientos extremistas en Ucrania, como el Batallón Azov, hayan sido retomados por los Proud Boys en Estados Unidos para potenciar su discurso machista y nacionalista. Si bien las mentiras y miedos que cada movimiento explota son diferentes, es permanente la necesidad de construir y señalar enemigos, así como alimentar un discurso que constantemente ponga en guardia a sus fanáticos para hacerlos sentirse parte de una resistencia patriota.

Igualmente, hay una voluntad compartida para eliminar restricciones democráticas e institucionales para sus intenciones, pues para ellos las respuestas a los problemas ya son claras de antemano y, en lugar de buscar la negociación o el debate con otros, el problema es uno de voluntad para lograr implementarlas. Ésta es una de las claves para comprender el crecimiento de estas visiones políticas, pues al ofrecer una ideología que presenta un diagnóstico claro y soluciones “sencillas”, no demanda un entendimiento de las crecientes complejidades de una sociedad, sino la cristalización de un tipo de pensamiento específico en el que el color de piel, la nacionalidad, el género o la afinidad política son suficientes para entender qué esta mal y qué hay que hacer, llámese restricción a la migración, eliminación de derechos para minorías, militarización de la vida pública o linchamiento de los “enemigos del pueblo”. El fantasma de la extrema derecha que avanza por el mundo es tan potente que, incluso, ha infectado a gobiernos que se llaman de izquierda, que ahora replican y siguen los mismos pasos de estos movimientos; la verdadera amenaza que recorre el mundo es ésa.