Mauricio Leyva

De fresnos y álamos a tigres y solares

FRONTERA DE PALABRAS

Mauricio Leyva*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mauricio Leyva
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Somos reyes, porque con las tijeras previas de la noble sinceridad podemos salvar de la pesadilla terrestre a los millones de hombres que cuelgan de un beso. La ley de la vida diaria parece ley de mendicidad y de asfixia; pero el albedrío de negar la vida es casi divino.

Ramón López Velarde 

Ramón López Velarde era originario de Jerez, Zacatecas, nació el 15 de junio de 1888 justo el mismo año que Rubén Darío publicó Azul.

Es uno de los grandes literatos mexicanos reconocido por su manera intensa de vivir, por sus anchos horizontes y su fervor por la humanidad, lo cual le ha valido que se diga de él, que es para México lo mismo que Whitman para Norteamérica. Estudiante de jurisprudencia en la Facultad de San Luis Potosí, encontró convergencia revolucionaria con Francisco I. Madero. En 1916 publica La sangre devota y años después muere Fuentesanta, su máxima musa llamada Josefa de los Ríos. Edita posteriormente, otro libro llamado Zozobra, en 1917. Aunque su obra poética le valió un lugar de primer orden en el ateneo de la gloria inmortal, sus ensayos poseen una fuerza interna, poderosa e inspiradora los cuales merecen una mayor atención.

En Fresnos y álamos, López Velarde da cuenta del carácter de su mundo interior, así como de su sensible visión del mundo: La flota azul de fantasmas que navegan en la vigilia y el sueño, esta mañana, en el despertar de mi cerebro, tuvo por fondo los álamos y los fresnos de mi tierra. ¡Álamos en que tiembla una plata asustadiza y fresnos en que reside un ancho vigor! ¿Tan lejos están de mí la plaza de armas, el jardín Brilanti y la alameda, que me parecen oasis de un planeta en que viví ochocientos años ha?

En Obra maestra no únicamente redacta la epístola de su soberanía inquebrantable sino que, además, se muestra como el tigre: El tigre medirá como un metro. Su jaula tendrá algo más de un metro cuadrado. La fiera no se da punto de reposo. Judío errante sobre sí mismo describe el signo del infinito con maquinal fatalidad, que su cola, a fuerza de golpear contra los barrotes sangra de un solo sitio. El soltero es el tigre que escribe ochos en el piso de la soledad. No retrocede ni avanza. Para avanzar necesita ser padre. Y la paternidad asusta porque sus responsabilidades son eternas.

Arden en la hojarasca sonora de su corazón, las atenciones dulcemente provincianas de su tierra y nos habla melancólico de su terruño en otro formidable ensayo titulado En el solar: El viaje es electoral. En ello radica la inevitable contribución a lo chusco. Soy llamado decadentista y apático. Pago mi impuesto al sainete sublunar y me compenso con la alhaja del Escorpión, que ha estado fulgiendo en la desnudez azul como en la inmarcesible animalidad del cielo.

El poeta zacatecano concluye: en la honesta abundancia lugareña, la ponzoña de mis sentidos solicita, para responso del opíparo ayer, el magno, el ensordecedor, el loco gemido que sólo la madre de los árabes pudo prestar.

Éste es el profundo espíritu mostrado en los tres ensayos que van desde la visión interior hasta la exterior de Ramón López Velarde, los cuales son un botón de muestra de su formidable narrativa. Se cree que el poeta por dar un paseo nocturno luego de salir del teatro, el bardo de Jerez pescó una neumonía, la cual lo atacó a doble fuego con una pleuresía, muriendo finalmente, el 19 de junio de 1921, teniendo la misma edad de Jesús: treinta y tres años y maravillosamente soltero.