Mauricio Leyva 

Orientalismo

FRONTERA DE PALABRAS

Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.Mauricio Leyva
Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mauricio Leyva
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La atracción nace de la vista, la ganas de tocar, de palpar, de sentir, se ven motivadas por aquello que entra por nuestros ojos e impacta nuestros sentidos. Así nos nutrimos también del intercambio, de la interculturalidad, de procesos no siempre amables o de experiencias que nos marcan. Edward W. Said, en el capítulo IV del libro Orientalismo titulado “Crisis”, habla sobre el orientalismo al que describe de la siguiente manera:

Conjunto de falsas opiniones y prejuicios generados por los intelectuales occidentales —sumidos por el discurso oficial— que han acabado sustituyendo o desplazando la noción misma de Oriente.

Ese conjunto de “falsas opiniones y prejuicios” generados desde la visión occidental por ciertos intelectuales es más bien una reacción dirigida por el Estado norteamericano con claros intereses políticos y en ello tendríamos que precisar que no todos los intelectuales occidentales se ocupan de Oriente, y, no todos lo estigmatizan. De acuerdo con Said, la relación con Oriente en primer orden se basa en la admiración; cuando Napoleón descubre Egipto, la cultura eurocéntrica comienza a cuestionarse muchas cosas, se estimula la investigación en Oriente y la influencia de uno y otro se ve enriquecida en el lenguaje, en la comida, en la música y en la poesía. Si bien es cierto que hoy en día en Europa existe una sensación de temor ante el estereotipo occidental que retrata al oriental como un terrorista, también lo es que la misma Europa se ha nutrido de los “otros”, de lo obtenido en guerras y en invasiones. La historia bélica de las distintas naciones europeas tiene episodios vergonzosos para la humanidad como los campos de concentración nazi, pero no por ello se piensa que los alemanes son terroristas. Conocemos la historia del Imperio romano, pero no desconfiamos de sus ciudadanos. Y aquí encontramos en parte un fundamento razonado de la necesidad que tiene Edward W. Said de llegar al fondo de la idea del Orientalismo que ha permeado a finales del siglo pasado y con mayor fuerza a principios de éste. En ese sentido, la textualidad o la vida de los textos juegan un papel fundamental no sólo como una forma de conocer o recorrer Oriente, sino como una metáfora de lo que encierra. México, por ejemplo, se enriqueció con la cultura de Oriente, hizo más profunda nuestra sensualidad, nuestra gastronomía y nuestra música. ¿no son ellos mismos ricos y vastos en costumbres y traiciones? Habría que analizar una idea fija en Said:

Una vez que empezamos a pensar en el orientalismo como en una especie de proyección de Occidente sobre Oriente y de voluntad de gobernarlo, nos encontramos con una sorpresa (Pág. 138)

El aspecto político tiene una gran influencia en la definición de Said respecto del orientalismo, pero ¿no es el orientalismo el mismo problema ahora para los inmigrantes en EU o casi igual para las caravanas de los centroamericanos que ahora marchan hacia el norte del continente americano? Si bien es cierto que Said lo aborda desde sus raíces (palestino-americano) también lo es que ese problema, es el problema actual de los americanos y de los africanos que emigraron a Francia o a Europa del Este.

Para él se denomina “Orientalismo” y lo estructura dándole un soporte sistemático que explica la injustificada construcción de un falso estereotipo de Oriente, pero ¿no es acaso lo mismo que padecen otras naciones? El orientalismo no es más que el racismo académicamente abordado.