Mónica Garza

Los grandes guerreros también lloran…

GENTE COMO UNO

Mónica Garza
Mónica Garza
Por:

Entre la pandemia, la incertidumbre y la paranoia colectiva, la información contaminante está presta en las redes sociales, que ahora resulta que quieren ser implacables para eliminar aquello que consideren “tóxico”, como ocurrió con los mensajes del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Por eso en medio de tanto desprecio virtual, esta semana —al menos para mí— resultó refrescante ver circular en redes dos historias en particular, y lo mejor fue conocer lo que habitaba detrás de ellas.

“Hoy les hablo a su corazón, para que me puedan ayudar compartiendo, donando. Vamos a seguir luchando hasta que Dios quiera”, dice en parte de su mensaje David Antolín, un joven de 17 años con fibrosis quística, cuyo testimonio conmovió como pocas veces, a una comunidad ya casi desahuciada en materia emocional en las redes sociales.

Se hizo viral en horas porque miles compartieron su desesperado grito de auxilio, donde no culpa a instituciones o gobiernos, no reprocha nada a nadie, simplemente hace un llamado urgente desde sus ganas inmensas de vivir.

Yo de inmediato lo circulé y me sorprendí no sólo de la velocidad de las respuestas y la cantidad, sino en su calidad, porque prácticamente todos eran mensajes positivos, que además llegaron a convertirse en un largo registro de comprobantes de depósitos bancarios, que más allá del dinero, fueron el símbolo de una ya casi olvidada solidaridad.

Ahora sí, ¡benditas redes sociales! que en medio de tanto miedo, incertidumbre, ira y resentimiento, en esta ocasión fueron una cadena conmovedora de empatía y ayuda.

Quizá ya ni nos acordábamos que de eso también somos capaces.

David logró lo que pocos en estos tiempos: unir en un fin común. Las donaciones se fueron multiplicando y la cifra se elevó, aunque el camino para él aún sea largo y empedrado.

Don Francisco, en la fotografía que se viralizó.
Don Francisco, en la fotografía que se viralizó.Foto: Especial

La cirugía a la que debe someterse es tan complicada como elevado su costo. Son alrededor de 15 millones de pesos sólo del procedimiento, además de estudios extremadamente costosos para identificar los pulmones adecuados y luego los tratamientos post operatorios, para que los órganos nuevos se adapten a su cuerpo y le permitan respirar por sí mismo, como prácticamente nunca ha podido hacerlo.

La condición crónica degenerativa de David le fue detectada desde la prueba del tamiz neonatal e inevitablemente fue afectando algunos de sus órganos —como los que forman al aparato digestivo—, y acumulando bacterias en los pulmones.

Pero hay algo que la fibrosis quística con toda su agresividad no ha podido mermar en este joven y es su vocación de lucha. Actitud que se replica en la segunda historia:

Francisco Sánchez Basurto, un hombre que le dedicó a la natación 60 años de su vida, con grandes resultados, primero como nadador y luego como entrenador de muchas generaciones de atletas destacados, que brillaron como campeones dentro y fuera de México.

Estricto y maestro en el arte de la disciplina, es recordado con gran admiración por sus alumnos en el extinto Centro de Actividades Acuáticas de Alto Nivel, de la famosa Clínica 23 del IMSS, en lo que hoy es la alcaldía Gustavo A. Madero.

Ya jubilado, Francisco nunca ha estado inactivo, hoy a sus más de 70 años trabaja porque puede; porque años atrás el médico le recomendó caminar para mantener su cuerpo en forma y evitar en lo posible las consecuencias de la diabetes que padecía.

Un día descubrió que podía ganarse un dinero extra, ingresando a las aplicaciones de entrega de alimentos a domicilio, por gusto y sin condicionamientos.

Por eso, cuando hace unos días se hizo viral su imagen en el Metro recargado en las ya famosas cajas de almacenamiento, le indignó profundamente verse retratado como el “abuelito repartidor”.

“Ese no soy yo” les dijo a sus más allegados. Y es que esa imagen lastimosa que tantos han replicado, sin conocimiento del fondo, es la de una institución en el deporte mexicano, que ni la pidió, ni la merece.

“Panchito” como le llaman sus cercanos, está molesto y con toda razón, pues así como David con su fibrosis quística y sus 17 años, piden vivir con dignidad, sí con apoyos, pero sin lástimas de nadie, en honor a su cruzada por la vida.

Lejos de los políticos, las “Ladys” y los “Lords”, esta semana tuvimos una bocanada de aire fresco en medio de una pandemia que lo primero que se roba es precisamente el oxígeno…

Dos historias que nos regalaron una lección de dignidad, valor, humildad y lo más valioso: lograron empatía y solidaridad colectiva, ahí donde parecía haber desaparecido irremediablemente… ¡Gracias!