Mónica Garza

El manual de Netiqueta abandonado en Palacio Nacional

GENTE COMO UNO

Mónica Garza
Mónica Garza
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Aunque parezca increíble, solamente la noticia de una tragedia del tamaño de la ocurrida en Irapuato, en la que murieron acribillados 28 jóvenes en un centro de rehabilitación para adicciones, pudo desviar el miércoles pasado la conversación en redes sociales de un desafortunado comentario que enfrentó a la Dra. Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del Presidente de la República, con usuarios de Twitter.

Y esto ocurría a sólo unas horas de que Andrés Manuel López Obrador se dirigiera a la nación con motivo del segundo aniversario de su triunfo en las elecciones de 2018. De eso —y no de otra cosa— es de lo que se suponía que todos debían de estar hablando.

Pero una vez más se enfrentaron esos dos mundos que siempre —en todos los sexenios— se vuelven tan distantes, el del México de adentro de Palacio Nacional y el de afuera, que siempre será más estridente.

Los hashtags que ocuparon los primeros lugares en las tendencias de la red social, fueron muy agresivos contra la escritora, en un radical contraste con la misma fecha de hace dos años, cuando las tendencias y la conversación no fue otra que la victoria histórica de Morena en las urnas.

Dicen en esa visceral plataforma que “siempre hay un tuit”, y es que la memoria de Twitter es traicionera y se ha convertido en un “arma” digital peligrosa cuando de señalar un error se trata, por eso la acción de “borrar” un mensaje no siempre es lo más recomendable para una cuenta que suele estar bajo la lupa.

Borrar ese “no soy médico” quizá no fue la acción más estratégica de acuerdo a lo recomendado por los expertos en manejo de redes, pues la comunicación digital abre la puerta a otro tipo de interacción social, donde las “normas de comportamiento” ya tienen otras reglas.

Usuarios de Twitter, en una fotografía de archivo.
Usuarios de Twitter, en una fotografía de archivo.Foto: Freepik.es

“Netiqueta” es el nombre en español que recibe el término que comenzó a popularizarse en 1995 con la organización conocida como Grupo de Trabajo de Ingeniería de Internet con sede en Estados Unidos, y se ha enriquecido de unos y otros para crear —quizá no con mucho éxito— una convivencia sana en la sociedad virtual, donde la mayoría de nosotros estamos inmersos todos los días.

Generar contenido de valor, no abusar de los hashtags, no compartir contenido sospechoso de virus, no enviar mensajes de tópicos personales a través de redes laborales y cuidar la ortografía son algunas de las reglas básicas.

Pero hay otras que se han ido agregando como resultado de los fenómenos que han ocurrido a partir de personajes o temas vulnerables.

Muchos expertos hablan del ego-branding como ese lado oscuro del que muchos se ven afectados sin darse cuenta y que a la larga puede tener implicaciones negativas que van lastimando una marca personal, si no se sabe abrir un debate o se permite fluir opiniones diferentes.

En redes sociales hay maneras de exigir respeto más allá de la acción de bloquear a todo aquel que incomode, y una política de la corrección para no caer en la necedad de los “enganches” estériles.

Usar las redes para señalar a alguien que cometió un error, tampoco es considerado un acto de buena conducta si la acción no tiene como objetivo contribuir a mejorar el ecosistema digital, y peor resulta cuando la llamada de atención viene de un usuario con influencia, cuyos señalamientos pueden repercutir en la vida personal y real de aquél que fue señalado.

Hablar en negativo tampoco es algo recomendable, así como etiquetar al “rival” con un término despectivo de manera recurrente con el fin de popularizarlo.

Utilizar una posición de privilegio fuera de los espacios digitales para influir en ellos es una práctica que también resulta peligrosa y por lo regular afecta a quienes lo hacen, porque aunque haya personajes más poderosos en términos de “seguidores”, en Internet todos somos prácticamente iguales y a diferencia de otros tiempos, la organización masiva se da en segundos y cualquiera —sin importar su posición política, económica o social— puede ser víctima de un linchamiento digital.

Cuando se trata de alguien cuya popularidad social exija cierto cuidado y mesura a la hora de publicar algo —y que además sea migrante digital—, uno de los consejos más prácticos es no tener miedo a aceptar el error, no improvisar y dirigirse con una agencia especializada.

La Dra. Gutiérrez Müller esta semana fue víctima de una violencia digital que pudo haberse evitado, si tan sólo un experto hubiera estado a su lado.