Montserrat Salomón

Biden: el presidente del olvido

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Los primeros días de noviembre de hace un año fueron convulsos en EU. Joe Biden ganaba la presidencia y Donald Trump incendiaba los ánimos al negarse a reconocer la derrota. Fueron días de gran exaltación, contrario al clima de cansancio, nostalgia o pesadumbre que se vive doce meses después.

Se acabó la fiesta. Biden vivió sus meses de gloria y ahora su popularidad se desploma quince puntos ante la falta de resultados. Ya sin la figura aglutinante de Trump que aupó a Biden a la Casa Blanca, el presidente luce descolorido y apagado. Su imagen dormitando en la cumbre del clima es un símbolo de la percepción que los votantes centristas tienen de él. Simplemente no ha hecho nada, no ha pasado nada.

Biden se vendió como un presidente que terminaría con el caos, la ineptitud y la improvisación del gobierno anterior. Sin embargo, el movimiento más sonado de su mandato hasta ahora ha sido la desastrosa salida de las tropas estadounidenses de Afganistán. Una retirada con sabor a derrota. Biden aceptó ese insalvable costo político, era inevitable, pero le ha salido caro puesto que sus programas insignia se han quedado atorados en el Congreso y no ha tenido un contrapeso a ese fracaso a gran escala.

Biden prometió cosas importantes y complejas: una reforma que haría el acceso al voto más igualitario; un programa de apoyos sociales que prometía cerrar la brecha de la desigualdad; y un programa de infraestructura millonario, como no se había visto en EU desde la Gran Depresión. Con un Congreso dividido, los legisladores centristas están dándole problemas al presidente. Al menos, a pesar de un recorte del 50% en el presupuesto, el programa de infraestructura parece que por fin avanzará en la agenda de un presidente hambriento de buenas noticias.

Biden no busca, a diferencia de su predecesor, los titulares y el rating. Claramente está dispuesto a hacer el trabajo sucio en lo que será seguramente su última intervención en la política. Por esto, parece que se ha abocado a metas que no son mediáticas y podrían costarle la reelección, en caso de que le interese buscarla. La economía es clave para las elecciones intermedias que están a un año de distancia; sin embargo, las medidas que la apoyan no son populares. Una de ellas es la obligatoriedad de la vacunación y el reforzamiento de los lazos internacionales para restaurar las cadenas de suministros. Biden no debería dar marcha atrás en estos puntos, aunque tengan mala prensa.

Lo mejor que puede pasarle al presidente es sobrevivir las elecciones intermedias. Sin embargo, me parece que las perderá y que esto lo condenará a una segunda mitad de mandato sumida en la inacción. Biden será un presidente de transición, una administración para el olvido.