Montserrat Salomón

Macron gana, pero no convence

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Emmanuel Macron ha ganado la presidencia de Francia y estará al mando por otros cinco años. Sin embargo, esta victoria es agridulce puesto que muestra las crecientes debilidades del presidente, del sistema democrático y de la misma estabilidad de la Unión Europea.

Con el 58.5% de la votación en segunda vuelta, Macron ha vencido nuevamente a Marine Le Pen, representante de la extrema derecha francesa. Le Pen, aunque derrotada, ha salido fortalecida con una votación histórica que la encamina hacia las elecciones legislativas con paso firme, podríamos incluso verla como primera ministra de Francia. Macron, por su parte, tendrá que encajar el golpe de que su base se ha reducido a un 30% del electorado y que este triunfo se lo ha dado la ciudadanía a regañadientes, más por temor a Le Pen que por apoyo a su plataforma política.

Le Pen perdió, pero su postura populista, antiinmigrante y euroescéptica avanzó. Luego de una recesión económica, una pandemia y una recuperación económica lenta, la Francia de Le Pen está más viva que nunca. La población rural y blanca está con ella. En la segunda vuelta, aglutinando los votos de derecha y los votos de castigo a Macron, alcanzó más del 41% de la votación. Es una llamada de alerta para el presidente francés, quien se dirigió a estos votantes prometiéndoles que “la cólera que los llevó a votar por Le Pen” tendrá respuesta.

La Unión Europea y la unidad contra Rusia por el conflicto en Ucrania pueden dormir tranquilas. Macron asegura la continuidad en el liderazgo europeo. Sin embargo, este proyecto globalizador ha generado un sistema de vencedores y vencidos al interior de Francia que fomenta la división y es caldo de cultivo para el populismo y la ultraderecha xenófoba. Francia lleva años debatiendo en su interior por su identidad nacional y por reconocer aquello que ha de denominarse como “francés”.

Como en otros países un importante sector de la clase trabajadora se siente impotente ante la apertura a un mercado internacional; también sufren las tensiones raciales heredadas del poscolonialismo y de la inmigración de los últimos años. Macron, “el presidente de los ricos”, no ha podido conectar con este amplio sector y, por más que sus reformas estén bien encaminadas, despierta desconfianza y recelo entre los votantes.

La democracia vive tiempos difíciles y Francia no es una excepción. El nacionalismo ha renacido y ha puesto en la mira a un sistema que parece sólo beneficiar a las cúpulas del poder. A Macron se le ha concedido un periodo más, pero tendrá que gobernar sabiéndose no querido. Si quiere culminar su afán reformista y enderezar el timón de un país que se asoma al populismo, deberá controlar su arrogancia y escuchar a los seguidores de Le Pen.