Pedro Sánchez Rodríguez

Mirar al sur

FRENTE AL VÉRTIGO

Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Pedro Sánchez Rodríguez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

América Latina vive una crisis humanitaria desde hace ya varios años. La guerra civil de El Salvador dejó aproximadamente 70 mil muertos, el conflicto con las FARC y el ELN en Colombia ha dejado 200,000 muertos, la Guerra civil en Guatemala terminó con 200 mil vidas, la lucha contra Sendero Luminoso en Perú dejó 70 mil víctimas, la revolución sandinista en Nicaragua dejó 65 mil muertos.

Esto, más el funesto número de víctimas del terrorismo de Estado de dictaduras en el Cono Sur del continente y la historia enterrada e ignorada de los movimientos armados de México, suman un número de asesinatos que, aún con la llegada de la democracia en la región, no han dejado de crecer. Hoy, América Latina es la región más violenta del mundo con una tasa de homicidios, por cada 100 mil habitantes, cercana a 20, cuando la tasa mundial es de 6. El costo de la violencia, como porcentaje del PIB, alcanza el 6% del PIB de Honduras o el Salvador y más del 3% en Brasil.

Actualmente, el crimen organizado es el gran protagonista de la violencia latinoamericana y cobra la vida predominantemente de jóvenes entre los 15 y los 29 años. También son los jóvenes quienes integran las pandillas en El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Honduras, con un rango de edad entre los 7 y los 30 años. A la violencia y la falta de Estado de derecho, se suma la falta de crecimiento económico por la falta de trabajo altamente calificado, inversión privada y pública para el desarrollo y de infraestructura en el suroeste mexicano y en Centro América, ha producido olas migratorias hacia los Estados Unidos que han desencadenado por sí mismas un tipo de violencia específica. Por ejemplo, ocho de cada diez mujeres son violadas en el trayecto hacia los Estados Unidos.

La crisis humanitaria de la región es enunciada por organismos internacionales con tibieza, y vivimos en regímenes que a pesar de la violencia que impera han sabido subsistir entre cárteles de la droga, grupos paramilitares o pandillas, lo que ha tenido el efecto de que esta situación no tenga la relevancia global que debería de tener. No sólo eso, la violencia generalizada, por lo menos, en el triángulo norte-centroamericano y México no es típicamente reconocida como un problema supranacional, sino nacional, lo que complica la atención de la población, que es afectada por la misma.

En este sentido, la gira que realizó López Obrador a Guatemala, El Salvador, Honduras, Belice y Cuba, tiene una relevancia política y humanitaria que debe de reconocerse. Aún cuando los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro han generado consecuencias indeseables como la deforestación o la sustitución de empleos formales por becarios, su exportación es, por lo menos, un esfuerzo por parte del gobierno mexicano de atender la difícil situación que enfrenta la región y por mirar al sur.