Rafael Rojas

Cambio a la vista en Colombia

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Las encuestas colombianas apuntan a un triunfo apretado, por encima del 50%, de la fórmula de Gustavo Petro y Francia Márquez en la primera vuelta, este fin de semana, o en otro, más holgado, en el balotaje de mediados de junio. Para que pierda tendría que darse un repunte poco probable de Federico Gutiérrez en los próximos días o una sólida alianza entre éste y Rodolfo Hernández en la segunda vuelta.

El triunfo de la izquierda pondría fin a la hegemonía del conservadurismo en Colombia, desde la llegada al poder de Álvaro Uribe hace veinte años, y a la alternancia entre liberales y conservadores desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y el Bogotazo en 1948. Se trataría de uno de los cambios políticos más profundos, no sólo en la experiencia reciente de Colombia sino en la historia contemporánea de América Latina y sus relaciones con Estados Unidos.

Petro proviene de la guerrilla M-19, liderada por Carlos Pizarro, que se formó en los años 70 a partir de una alianza con el exdictador Gustavo Rojas Pinilla. Aquella fue una de las primeras guerrillas en desmovilizarse tras la caída del Muro de Berlín en América Latina, en 1990, aprovechando la reconstitución del país que se produjo con la elección de César Gaviria en 1990 y la Carta Magna del año siguiente.

El M-19 protagonizó episodios violentos como la toma del Palacio de Justicia en 1985 y el comandante Pizarro fue acribillado a balazos, en pleno vuelo, por un comando de los “extraditables” de Pablo Escobar. Poco antes habían sido asesinados otros dos aspirantes a la presidencia de Colombia, el liberal Luis Carlos Galán, y el dirigente de la Unión Patriótica, Bernardo Jaramillo. El paso del M-19 y del propio Petro a la lucha democrática se produjo en aquellos años sangrientos, pero muy renovadores para la izquierda colombiana.

El candidato ha insistido una y otra vez en que su propósito es gobernar con la Constitución de 1991, que no tiene planes de convocar a un congreso constituyente y que no aspira a la reelección, dos señas de identidad del chavismo, al que la derecha lo asocia, a pesar de sus críticas reiteradas a Nicolás Maduro. Lo que ha dicho Petro es que restablecerá relaciones con Venezuela, por la compleja situación fronteriza, justamente generada por la crisis económica y política venezolana.

Una llegada de Petro a la presidencia reforzaría el ascenso del heterogéneo campo de las izquierdas en el poder en América Latina y el Caribe. Como siempre sucede, el bloque bolivariano intentará atraerlo, pero las pocas señales que envía el candidato en materia de política exterior dan a entender una mayor afinidad con la estrategia diplomática de Alberto Fernández en Argentina y Gabriel Boric en Chile.

Para Estados Unidos, acostumbrado a relacionarse con gobiernos de derecha en Colombia, será un reto enorme establecer vínculos eficaces con el gobierno de Petro. Esos vínculos pueden convertirse en una vía útil para la distensión geopolítica en la región.