Rafael Rojas

Trump y las autocracias preferidas

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas
Rafael Rojas
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Ha sido instructivo observar el cierre de campaña de Donald Trump en Florida, Texas, Arizona y otros estados con importante población hispana. Los republicanos hicieron una clara distinción entre núcleos demográficos fundamentalmente mexicanos y centroamericanos, y los integrados, sobre todo, por cubanos, venezolanos y nicaragüenses. Se trata de una demarcación más geopolítica que territorial.

A todos aplicó la ecuación de que Joe Biden y los demócratas representan el avance del socialismo en Estados Unidos. Ya sabemos que la noción de socialismo opera en el lenguaje de la derecha estadounidense como equivalente de comunismo, aunque para esa población, los ejemplos de líderes comunistas que esgrimen Trump y sus seguidores no son tanto Xi Jinping y Kim Jong-un sino Fidel Castro y Hugo Chávez, que murieron hace años.

De manera que en la retórica trumpista, el supuesto socialismo de Biden y los demócratas implica el propósito de construir, en Estados Unidos, un sistema político parecido al cubano y al venezolano. Poco sentido tiene aclarar, ante tanta distorsión de la realidad, que Venezuela y Cuba no poseen sistemas idénticos. Más provechoso es explorar cómo, en la mercadotecnia trumpista, Cuba, Venezuela y Nicaragua se vuelven las autocracias preferidas.

La elección de dichas autocracias como símbolos del mal responde a la búsqueda de apoyos entre los exiliados de esos tres países en Estados Unidos, especialmente, en la Florida. Esa elección descansa sobre el olvido voluntario de otros regímenes comunistas en el planeta como el vietnamita, el chino o el norcoreano. Incluso China, que aparece en el discurso trumpista como aliada de Biden, pierde relevancia en la campaña republicana en esos estados sureños.

Los resortes que mueven esa trama electoral no son globales sino regionales. El apoyo a Trump en esas comunidades reproduce un mecanismo que, durante décadas, practicaron los cubanoamericanos lo mismo con administraciones republicanas que demócratas. El respaldo a un partido o un candidato −Reagan, Clinton, Bush y aún Obama− respondía más a la promesa de un cambio en la isla que a la realidad de una política bilateral bien trazada.

Algo que impresiona de esta campaña es lo fácil que ha resultado a Trump colocarse como favorito dentro del electorado de origen cubano, venezolano y nicaragüense en Estados Unidos. En ninguna de esas naciones, el Departamento de Estado ha impulsado una política seriamente diseñada. Trump se ha limitado a revertir la normalización diplomática con Cuba y a restaurar sanciones.

Esto indica algo que los estudiosos de esas comunidades vienen advirtiendo desde hace años. El voto latino está relacionado con las políticas de Estados Unidos hacia los países de origen de los migrantes. Pero esa relación puede ser centralmente simbólica, al punto de que la inclinación hacia un candidato o un partido se decida más por promesas que por realidades.