Rafael Rojas

AMLO en la Casa Blanca

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas
Rafael Rojas
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El primer viaje al exterior del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, será a Washington. Según se ha dicho, el mandatario viaja a la Casa Blanca, no en visita de Estado, sino como amigo de Donald Trump, a quien agradecerá el envío de mil ventiladores para enfrentar la emergencia sanitaria, y donde anunciará la entrada en vigor del T-MEC, nuevo acuerdo de libre comercio que reemplaza al Nafta.

La decisión del viaje confirma lo arraigada que está la idea de la interdependencia económica con Estados Unidos en la izquierda hegemónica mexicana. Pero no es cierto, como sostienen tantos defensores del gobierno, que las críticas al viaje de AMLO provienen sólo de la “derecha” o el “conservadurismo”, whatever that means. Miembros de Morena, como Porfirio Muñoz Ledo o el exembajador Agustín Gutiérrez Canet, también piensan que el viaje es equivocado.

Lo verdaderamente significativo, en estos días, es la ausencia de voces claramente antiimperialistas en la izquierda mexicana, partidaria o no de AMLO. Es revelador que no haya nadie, en los medios morenistas y sus aliados en el Foro de Sao Paulo, cuestionando a López Obrador desde la misma lógica con que, no hace mucho, el chavismo criticaba a Lula da Silva por su buena relación con George W. Bush.

Esos sectores de la izquierda mexicana, que celebran a diario los regímenes de Cuba y Venezuela y que no ocultaron su desagrado con la normalización diplomática con La Habana, emprendida por Barack Obama, ahora callan ante el viaje de AMLO. Callan o lo defienden repitiendo el lugar común de que Estados Unidos es la relación más importante de México o ripostando que los críticos del viaje se equivocan al establecer equivalencias con la invitación a Trump que hizo Enrique Peña Nieto en 2016.

Como ha recordado el embajador emérito Bernardo Sepúlveda Amor, en su carta abierta al canciller Marcelo Ebrard, el verdadero antecedente no es ese viaje de Trump sino los dos de Carlos Salinas de Gortari, en 1992, a favor de la reelección de Bush padre. Este reconocido diplomático evoca puntualmente que la decisión de Salinas complicó la relación de México con los demócratas cuando Bill Clinton ganó la elección.

Es preciso recordar que casi todos los críticos del viaje de AMLO también se opusieron a la visita de Trump a México hace cuatro años. No son ellos los incoherentes sino los ideólogos de Morena, que en los 90 rechazaban el TLCAN y la pérdida de soberanía, y hoy son continuadores ortodoxos del realismo salinista.

La política exterior mexicana ha buscado siempre un difícil equilibrio entre principios e intereses. Me temo que esta vez la balanza está pesando de un solo lado y que la diplomacia de la 4T ya rebasa los límites del realismo, al dar por ventajosa la relación con un presidente de Estados Unidos que no oculta su racismo, su xenofobia y su misoginia y que ha tomado medidas concretas que afectan a México y otros países latinoamericanos, asumidos como sus aliados históricos.